Amputación o metástasis

Durante estos años de crisis, España ha conseguido muchas cosas: batir récords en número de parados, dejar escapar a jóvenes promesas de la investigación o acumular una de las mayores colecciones de políticos incompetentes de la Historia son algunos de estos “hitos”. Pero lo cierto es que hay un logro global. Algo que engloba a todo lo demás, y que probablemente por esta razón no sea fácil de percibir. Sin embargo, es un fenómeno digno de estudio por la ciencia, la filosofía y todo el que se atreva. En España hemos conseguido partir la realidad. La concepción de todo lo que nos rodea, nuestras circunstancias, nuestro mundo, se ha troceado. Principalmente, se distinguen ahora mismo dos realidades. La minoritaria, basada en la desconexión total con el resto del mundo y la transmisión de sus designios de forma unidireccional. En esta visión parece que todo gira alrededor de un dogma: “una mentira repetida mil veces puede ser una verdad”. No hay preguntas, no se permiten, “¿para qué?” se preguntan en esta realidad, si todos los discursos que llueven al pueblo parten de la más incuestionable de las verdades. Es una realidad sospechosamente parecida a una religión elitista y opaca, capaz también de crear ateos, como los dos ediles del PP que han decidido abandonar la formación a raíz del “caso Bárcenas” (uno de los profetas indiscutibles de esta realidad).

Por otra parte, existe una segunda realidad, la mayoritaria, a la que el discurso oficial no es que le llueva, es que le resbala. Es la realidad de los que trabajan y no trabajan, de los que no llenan ni vacían sobres, de los que estudian y los que ya no pueden. La realidad de los que baten récords, pero de peticiones de dimisión de una cúpula de gobierno que simboliza a la perfección la costra infecta de la más podrida de las heridas. La realidad de los que empiezan a meditar que tal vez esta sea la ocasión.

Y en el medio, mareados de tanto saltar entre una y otra, los periodistas. Los que debían coger lo de un lado y mostrárselo al otro, construyendo día tras día puentes entre regiones cada vez más alejadas. Pero ahora el trabajo de las grandes ocasiones llega a través de una pantalla y sin posibilidad de retorno. Ya no queda nada más que mostrar que no sea la versión oficial. La versión. Tan solo falta Cospedal en trikini en Palomares, pegándole un bocado a una hamburguesa de caballo y limpiándose con los papeles de Bárcenas mientras habla de la “marca España”. El no va más.

Ya no hay vuelta atrás, porque no hay posibilidad de convencimiento. No hay opiniones sobre la mesa, hay mundos. Solo queda por ver cuánto tiempo tarda una realidad en canibalizar a la otra, porque no hay espacio para las dos. Es la guerra inadvertida; o amputación o metástasis.

Imagen destacada: EFE