¿Y quién decide lo que es malo?
– Bueno, y qué, ¿qué te trajeron los Reyes?
– Bah, poca cosa… Mi hermano me regaló La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón.
– Buah, tiene ticket regalo ¿no?
– Sí, claro, ¿por qué?
– Tío, es un best-seller.
– Hombre, no sé, había pensado en echarle un ojo. Ya sabes que yo leo un poco de todo.
– Sí hombre, si todo lo que sea leer… pero buena literatura, no cualquier mierda.
– Es que no sé muy bien si es “cualquier mierda”, no lo he leído.
– Pregúntale a cualquiera, es el típico libro de tienda.
– No sé yo si todo el mundo opinará igual, por algo es un best-seller.
– Millones de moscas comen mierda y no por eso vas a probarla.
– Coño, es un libro, no un cartucho de dinamita; no creo que se me caiga un ojo por probar.
– Haz lo que quieras, yo es que paso de los best seller.
– ¿Y se puede saber por qué?
– Son todos iguales, con esos temas de pseudomisterio para enganchar lectores no muy exigentes. Por no hablar del bombo que le dan las editoriales, que entras en una tienda y parece que no puedes escapar de ellos. Son libros para vender, por eso se venden en masa.
– Sean para vender o no, todos los libros se venden. Digo yo que los escritores tendrán que comer aunque no sean de Nobel, ¿no?
– Sí, bueno, supongo que para saber que algo es bueno tendrá que haber algo malo.
– ¿Y quién decide lo que es malo? ¿tú?
– Yo no… eso se sabe.
– Obviamente, el típico tocho de turno que las editoriales te venden como “¡apasionante!” o “el nuevo nosequé” y que forma montones enormes a las puertas de la librería igual no es el más profundo ni el que más te hace crecer como lector, pero si hay alguien que disfruta con esa lectura… al fin y al cabo, que cada uno sea feliz con lo que quiera.
– Sí, pero es una lectura inferior. Será que no todo el mundo está preparado para disfrutar los buenos libros.
– Cien años de soledad ha vendido más de treinta millones de libros, ¿lo mandamos también al infierno de los best seller?
– Claro que no. Es que hay libros que venden por ser buenos, y libros escritos para vender.
– Vale, me parece bien, volvamos a lo de antes, ¿quién lo decide? Podría ser algo parecido a un sexador de pollos pero con los libros. Imagínatelo, los editores dejándole los ejemplares sobre un escritorio, mordiéndose las uñas: “a ver si lo manda al montón de los mainstream, que este año vamos un poco justos de ingresos” o “venga, venga, al cajón de las joyas semidesconocidas, que el mercado alternativo está en auge”.
– Sería una profesión complicada.
– Sin duda. Bueno, se me hace tarde. Entonces tú pasas de Zafón, ¿no?
– Sí, es que no puedo con él…
– ¿Qué es lo que no te gusta de sus libros?
– No sé, no me he leído ninguno.