Los hombres del tutú
Resulta curiosa la cantidad de tópicos que se pueden surgir en una conversación sobre danza en la que uno de los interlocutores no tiene un gran conocimiento sobre el tema. La lista que se podría elaborar con preguntas acerca de la vestimenta, las costumbres, la técnica y todo aquello que se emplea como un complemento del cuerpo resultaría, cuanto menos, peculiar. Por ello, antes de comenzar a hablar realmente sobre lo que quiero contaros me gustaría hacer una serie de aclaraciones: ballet no es lo mismo que gimnasia rítmica, así que las mazas, la cinta o el aro no están dentro de lo que se suele utilizar en una representación; la ropa de ensayo es completamente diferente a la de la actuación, las bailarinas se apoyan en la punta de los pies, los dedos sangran, las uñas se vuelven negras y pueden llegar a caerse y los hombre no llevan tutú. Bueno, la mayoría de los hombres no llevan tutú.
En Nueva York existe un pequeño grupo de bailarines que encarnan una de las compañías de ballet más singulares que existen en la actualidad. Las entradas se agotan al instante y los teatros de todo el mundo se llenan para poder disfrutar de las obras más conocidas del ballet clásico representadas por nada más y nada menos que 17 hombres. Sería lógico pensar que en dichas representaciones el rol femenino no se encuentra implicado, pero por suerte para ellos no es así. Seguramente, la razón por la que esta compañía abarrota teatros es porque proporciona la oportunidad de ver a hombres de espaldas anchas, piernas interminables y brazos musculosos bailando el Paso a Cuatro de los cisnes vestidos con un tutú blanco y plumas en el pelo. Hace 39 años Peter Anastos, Natch Taylor y Antony Bassa creyeron que ésta no sería una mala idea.

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Así nace Trockadero, una pincelada de humor dentro de un mundo en el que reinan los convencionalismos y la rutina. El objetivo de esta compañía no es ridiculizar la danza clásica, sino todo lo contrario. A simple vista sería acertado apostar por una supervivencia corta para esta idea. La parodia es un género que puede llegar a cansar. Si la propuesta inicial es muy simple posiblemente a las dos actuaciones se retire de la cartelera. Y siendo sinceros, el travestismo y la sátira a la imagen preconcebida de las bailarinas son algo que se lleva viendo desde tiempos inmemorables. Lo particular de la compañía Trockadero es el amor que sienten por aquello de lo que se burlan. La dignidad de la que hacen gala estos 17 hombres lo convierte en evidente. Su objetivo es el de ennoblecer el ballet clásico y hacer manifiesta su dureza. La verdad es que calzarse unas zapatillas de punta del número 43, incluso más incómodas que un tutú de plato y ponerse a representar un papel femenino con la delicadeza propia de una primera bailarina es algo digno de mérito.

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Los bailarines no descuidan en absoluto su imagen. El maquillaje que cubre sus rostros es sumamente riguroso y muy logrado y el efecto que produce es fascinante. Se podría asegurar que de lejos parecen mujeres, pero sólo de lejos. La dureza técnica de la danza clásica se sigue conservando, para satirizar algo de una manera ejemplar lo importante es no perder el respeto. Por ello, no nos sentaremos a ver a un grupo de hombres bailando torpemente para hacer estallar la risa de los allí presentes. Se trata de un espectáculo, ante todo, de danza clásica. Por ello, los rigurosos movimientos y el dominio del cuerpo no deberían permanecer ausentes. Existe un trabajo muy duro tras cada representación. Los bailarines ensayan diariamente y trabajan sobre todo la elasticidad, algo que el cuerpo masculino no desarrolla en igual medida que el femenino.
Todo esfuerzo tiene sus frutos. La absurda ocurrencia que hace más de 20 años tuvieron tres amantes de la danza está considerada como una de las compañías de mayor prestigio en la actualidad. Además la ausencia del hieratismo clásico acerca el ballet clásico a un público más amplio, permitiendo que tanto aquellos que odian como a los que les gusta el ballet puedan disfrutar del espectáculo. La muerte del cisne es su carta de presentación y la pieza en la que posiblemente se emplee más la mímica y las convencionalidades cómicas. Pero el resto del repertorio está integrado por coreografías en las que se puede entrever un esfuerzo y una disciplina propia del mundo en el que viven, los movimientos se ven ligeramente desvirtuados con tropezones o gestos de complicidad con el público
La curiosa labor que realizan estos hombres es algo complicada de describir con palabras, lamentablemente la compañía Trockadero no tiene pensado pasarse por España de momento, habrá que seguir tirando de los vídeos de internet. Resulta esperanzador ver que todavía quedan proyectos que intentan desmitificar la cara tediosa del ballet.