La revolución pertenece a la gente común

Imaginen que en un día cualquiera encienden la televisión para ver las noticias. Lo que comenzó como un día corriente deja de serlo para convertirse en el día de una pequeña revolución. Escuchan la voz de la presentadora diciendo que un grupo ha salido a la calle para manifestarse y dar a conocer sus peticiones. Este grupo de personas ha estado ocultándose entre nosotros, intentando pasar desapercibido porque dichas personas son consideradas “ilegales”. Ese día por fin se han levantado para exigir sus derechos como iguales. El 28 de Junio de 1969 fue una de esas fechas que cambian el curso de la historia y, con suerte, del pensamiento colectivo.

La Gran América, la sociedad de masas, gozaba de una Constitución que promovía el bienestar general y aseguraba los beneficios de la Libertad. En cambio, los americanos pertenecientes a alguna minoría quedaban exentos de los derechos y libertades del resto de ciudadanos. En las décadas de 1950 y 1960 se sucedieron numerosos disturbios y manifestaciones en pro de los derechos civiles. Por fin había llegado la hora de los derechos de los homosexuales.

“Nadie en aquella noche en particular se duchó o se afeitó de manera especial para ir a un disturbio”, dicen en la película “Stonewall“. Nadie iba a preocuparse ni hacer nada por los homosexuales, pero al fin fueron ellos los que tomaron las riendas y se sublevaron. Los periódicos hablaban de personas violentas que quemaban cubos de basura, provocaban incidentes, destrozaban locales… En realidad, consistió en una serie de manifestaciones espontáneas en protesta de las continuas redadas policiales. En dichas batidas, se utilizaba cualquier pretexto para degradar y humillar a todo aquel homosexual o transexual que encontrasen.

El escenario del primer movimiento por una libre orientación sexual fue un pub conocido como “Stonewall Inn” en el barrio neoyorquino de Greenwich Village. Los disturbios se produjeron por el ambiente liberal de dicho barrio y por el clima beligerante de los años 60, encarnado en movimientos raciales, por guerras, entre otros. Los resultados de este acontecimiento se dieron a conocer un año después de forma pacífica, pues en el aniversario de los hechos, las personas del colectivo LGBT se organizaron para exigir sus derechos, así como luchar contra la discriminación y los abusos, primero en Nueva York y posteriormente en otras ciudades del mundo.

La defensa de los derechos civiles de los homosexuales en España, empezó el 28 de junio de 1977. Ese día, el FAGC (Front d’Alliberament Gai de Catalunya o Frente de Liberación Gay de Cataluña) convocó la primera manifestación en defensa de la igualdad de derechos para heterosexuales y homosexuales en Barcelona. En aquella época, la homosexualidad todavía era ilegal, lo que motivó la dura represión ejercida por la policía. De los 5.000 participantes, algunos fueron heridos o detenidos.

STONEWALL

Cada año multitud de personas recuerdan la historia durante el Día Internacional del Orgullo LGBT. Dicha celebración, tan mal vista por algunos, no es otra cosa sino una conmemoración. Es un recordatorio de las personas que lucharon antaño para que ahora, independientemente de qué sexo atraiga a unos y otros, puedan optar al mismo trabajo y a las mismas protecciones legales, así como condiciones de vida. Si dejásemos de celebrar el llamado Orgullo Gay dejaríamos de recordar la primera vez que se luchó contra la política de persecución de los homosexuales. Con el tiempo, también olvidaríamos que se han superado las leyes que penalizan las prácticas homosexuales en muchos países del mundo y que se debe seguir luchando por los países que aún quedan.

Todavía hoy, estos derechos logrados en algunas naciones son puestos en duda. Hay colectivos en los Estados en los que hay igualdad de derechos que no consideran que deba ser así. También hay países que no aceptan a los homosexuales. Uno de los casos más representativos es Irán, donde Mahmud Ahmadineyad, el presidente de la República Islámica, aseguró que “nosotros no tenemos homosexuales en nuestro país”. En dicho Estado, la homosexualidad se considera un pecado, pero la transexualidad es una enfermedad sujeta a cura. Esto pone de manifiesto que aún quedan muchos otros países en los que luchar para lograr la despenalización, la legalización del matrimonio homosexual o la supresión de la homofobia.

No podemos pretender que nos ofrezcan todo hecho. No siempre habrá alguien garantizando que se respeten nuestros derechos, como tampoco algún revolucionario inconformista que intente cambiar las malas situaciones. Pues, la revolución pertenece a la gente común. “Todas y todos somos gente común con capacidad transformadora y con algo que enseñar a los demás. No busquemos por tanto un sujeto revolucionario único y homogéneo, mítico e inaprensible.”

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