De éxitos y mojones

Desde que la música pasó a ser otro bien/servicio con el que comerciar muchos han intentado hallar cierto factor en la ecuación que permita asegurar el éxito. En pocas palabras, resolver o crear una fórmula que permita, ante todo, triunfar. Gracias a Dios nadie ha encontrado dicha fórmula, por mucho que algunos se jacten de ello. Nadie en este pequeño mundo azul tiene el éxito en sus manos y por supuesto tampoco éste es imperecedero. El éxito es esquivo y maquiavélico, aleatorio y terrible. No hay palabras mágicas, ni acordes mejores que otros.

En muchas conversaciones se afirma que sí, que si uno pone un ritmo chunda-chunda, una letra bonita y una guitarra cristalina fácilmente logrará que su nombre sea recitado en las radios como creador de la nueva canción del verano. Anteriormente le daba las gracias a Dios (o a la deidad que usted prefiera) por el hecho de que la creación de canciones siga siendo una absoluta incógnita sin posibilidad de fórmulas secretas que aseguren que la susodicha creación se convierta en algo que pase a la posteridad. De existir algo parecido la música sería terriblemente aburrida, pues ante todo confío en que la creación de la música va más ligada a las inquietudes metafísicas y artísticas de una persona que a  la sencilla razón de lograr gloria o dinero.

No pecaré de inocente, muchos son los seres humanos que hacen canciones para llenarse los bolsillos, pero no parece ser una tarea fácil; si así lo fuera la gran mayoría estaríamos trabajando en ese sector. Pese a que cientos de productores gastan dinerales en megaproducciones o en intentar meternos ciertas composiciones hasta en la sopa, no siempre el cuento acaba con final feliz (en realidad, casi nunca). Pensemos que ahora mismo se acaba de grabar una canción (más bien, cientos) y que un grupo acaba de sacar un disco. Lo más probable es que nunca escuche esa canción ni a ese grupo y más probablemente, la maldad de la industria musical hará oídos sordos ante ese hecho.

De existir una fórmula para el éxito desde luego es bastante cruel e inexacta. “La fórmula del éxito es el talento”. Ojalá. Si el talento fuera suficiente no entendería por qué hay semejante nivel musical en el metro de New York o en las calles de Londres. Ojalá bastara con saber crear canciones o melodías sobresalientes. Parece que es más una cuestión de suerte, no solo de estar en el momento y en el lugar adecuado; también aparece la necesidad de un público receptivo ante ese mensaje al que el músico ha dado forma de canción.

Siempre que hablo del éxito y la gloria recuerdo a Juan Abarca y su “Pobre principito” hablando de la fórmula del mismo y de cómo surgen las mejores canciones de nuestra época. No puedo evitar pensar que alguna vez, el proceso de composición o creación fue similar al descrito en la mentada tonada. Sería hasta lógico.

-¿Cómo? ¿Qué el éxito no es sinónimo de calidad?
-No, hombre, claro que no. Solo faltaría.

El éxito como ya comentábamos es aleatorio. Lo ideal sería que tocase solo al músico talentoso y atrevido, pero la espantosa realidad es que suele atender a otros motivos y como el talento  pesa más que el típico mojón depositado siempre a la misma hora, no tiene la misma capacidad de flotación que éste último y suele ser pasado más veces por alto. Oiga, es lo que tiene.

© Charlie Peartree

© Charlie Peartree

Particularmente me declaro fan del éxito sorpresa, ese con el que nadie cuenta -“Ni está, ni se le espera”. Ejemplo el de Dover, cuando lanzaron el “Follow the city lights” (el penúltimo, ese por el cual desertó la mayoría de su séquito). Ni ellos mismos, quiero pensar, esperaban obtener ese resurgimiento a nivel de ventas y caché cuando ya apenas quedaba una sombra del éxito que gozaron a finales de los noventa y principios del milenio. También está el éxito sorpresa a la par que chorra (muy en alza debido a la capacidad viral de las redes sociales) que suele tener una canción en YouTube o similar. Si, PSY y su Gangnam Style es un buen ejemplo aunque yo me quedo con la soberbia versión del Somebody that I used to know de Gotye a diez manos y una guitarra.

Sinceramente, si llamamos esquivo al éxito damos por hecho una búsqueda del mismo. Quizás no seamos nosotros quienes busquemos el éxito y sea él quién nos busca y encuentra para gozar del mismo el tiempo que éste desee (para bien y para mal). Quizás la fórmula sea no buscarlo y quedarse sentado en el baño a ver si suena la flauta, quizás sea escribir y escribir buscando el verso exacto o realizar una exhaustiva búsqueda del siguiente acorde en una canción y su posterior solo de guitarra… Puede que sea todo lo anterior a la vez. Quizás todo se encuentre en el aire flotando con una ligera brisa y el éxito funcione a modo de atmósfera atrayendo hacia él, según su conveniencia, un factor u otro.