Pornografía para el oído

MOVING PICTURES – RUSH

(Mercury Records / Febrero 1981)

 Cuando un grupo comienza saqueando sin control a Led Zeppelin y luego muta de golpe para “deleitarnos” con canciones de “o más” minutos, repletas de letras cargadas de filosofía contemporánea y acompañadas por un ejército de sintetizadores Mini-Moog, Taurus y Oberheim, tiene, por fuerza, que convertirse en carne de cañón para la crítica. Y, en cierto modo, no sin razón, piensan muchos.

“Sobrecargados” o “pretenciosos y pedantes” eran terminologías muy socorridas para definir, en la prensa especializada de la época, verdaderos discazos como 2112A Farewell to Kings o Hemispheres, debido a la compleja y larga estructura de algunos temas, comparados con el rock y punk que predominaba en la escena musical de entonces. Pero lo cierto es que, llegado un punto, los Rush se convirtieron en la mayor banda de culto del mundo. Es curioso que en nuestra tierra tengan un seguimiento relativamente limitado cuando, desde hace más de 40 años, han vendido más copias que el mismísimo Sting, The Cure o Lenny Kravitz.

En el ya lejano 1981, este trío canadiense, formado por el cantante y multinstrumentista Geddy Lee, el guitarrista Alex Lifeson y el virtuoso baterista (también encargado de las letras) Neil Peart se sacaron de la manga un álbum más claro que una buena bofetada en la cara, directo y accesible pero, al mismo tiempo, sin perder las múltiples y ornamentadas capas de sonido que les caracterizaban. Son sólo siete temas, pero de una calidad absolutamente superlativa. A título personal, diré que siempre he mantenido que no existe el disco perfecto, pero es más que probable que Moving Pictures sea uno de los que más acercan a tal concepto.

Abre el trabajo Tom Sawyer, que quizás sea la canción más popular del conjunto, un himno al individualismo y la complicada idiosincrasia de un Mark Twain contemporáneo. Tras una introducción de sintetizador, Peart arroja unos redobles atronadores antes de que la línea de bajo se te meta en el cerebro como un disparo, acompañando los atiplados versos de Lee “No, his mind is not for rent to any God or government” para fundirse tras una cortina sónica totalmente inolvidable. Por su parte, Red Barchetta fusiona los orígenes rock & roll de la banda con ligeros retazos provenientes del movimiento ochentero (no en vano, fueron de los pocos grupos de su época que sobrevivieron a la década con la dignidad prácticamente intacta, si exceptuamos algún que otro videoclip sin demasiado amor propio).

El álbum dura 40 minutos, y puede asegurarse sin temor alguno que no sobra ni falta una sola décima de segundo. Todas las notas, todos los silencios, cumplen religiosamente su función. YYZ es el título de uno de los mejores temas instrumentales jamás compuestos, donde el grupo demuestra sus capacidades prácticamente sobrehumanas en varias melodías sobrecogedoras. Limelight y Witch Hunt son como el día y la noche. Una es luminosa, donde Alex Lifeson asocia con un suave rift la línea vocal casi heredada del pop. La segunda es una pieza mucho más oscura y sombría, donde se hace notar la prevalencia de teclados una vez avanzada la canción y donde Peart nos asola con teorías conspiratorias sobre la utilización despiadada del miedo como movimiento de masas. The Camera Eye demuestra por enésima vez que no hay que ceñirse a los 4 minutos para hacer canciones absolutamente redondas y Vital Sings, con influencias claras provenientes del reggae blanco de The Police, cierra el disco dejando el pabellón todo lo alto que puede una banda de rock.

Es muy complicado criticar a un grupo al que le profesas excelsa veneración (un respeto monacal, por así decirlo), y mucho más cuando se trata de uno de sus trabajos más reconocidos, pero Moving Pictures es más que un disco, es más incluso que un elogio a la belleza más pura y final que nos puede dar la música. Obras como esta despiertan admiración ante la maravilla que tenemos ante nuestros oídos, envidia sana, por saber que jamás lograremos crear nada tan magnífico y permanente y un regusto amargo, ante el fin de la onírica felicidad, que siempre podemos remediar volviendo a pulsar el botón de play en nuestro reproductor. Sublimes, divinos, estremecedores. Rush en estado puro. Joder, gloria bendita.

[Puntuación: 99/100 ]