Óscar Freire, el adiós del tricampeón
Óscar Freire Gómez debuta en el año 1998. Desde el primer día de su carrera fue una rara-avis dentro del ciclismo español. La temporada en la que se estrenaba entre los profesionales se produce durante un cambio generacional del ciclismo español con la reciente retirada de los dos mayores ídolos de afición ciclista española. La larga sombra de Perico Delgado y Miguel Indurain permanecía en la memoria de los aficionados, que buscaban en Abraham Olano un heredero natural de ambos como futuro ganador de grandes vueltas como el Tour de Francia. ¿Qué pintaba Freire dentro del ciclismo español? Un país acostumbrado a ganadores de grandes vueltas, sin ningún referente en el arte del sprint, un país sin ninguna tradición en clásicas de un día si exceptuamos a Miguel Poblet. Donde las únicas carreras de un día que valoran prensa y aficionados son los juegos olímpicos y los mundiales. Quién podía imaginar que este cántabro iba a ser por derecho el mejor ciclista español de la historia con permiso del gran Indurain, primer ganador de cinco tours consecutivos.
Solo necesitó dos años en el pelotón para lograr su primera gran victoria. El mundial de Verona del año 1999 fue la primera e inesperada piedra de un palmarés inigualable en el ciclismo español. Antequera seleccionó al cántabro a pesar de un año prácticamente en blanco por una lesión sabiendo que era el corredor nacional cuyas características se adaptaban mejor al circuito; cabe destacar su fantástico debut en campeonatos mundiales con un gran 17º puesto en Valkenburg 1998. Eso a pesar de las críticas de prensa y aficionados que consideraban un error apostar por un corredor tan joven y que apenas había corrido durante ese año. Además decían que no tenía la experiencia necesaria para poder soñar con hacer algo grande. Un mágico ataque en el último kilometro en las calles de la ciudad de Verona valió para acallar todas las críticas y cambiar para siempre el destino de Freire.
El joven español llegaba escapado junto a otros siete corredores, todos ellos profesionales con grandes trayectorias, gente como Ullrich, Zberg, Casagrande o Konyshev. El cántabro parecía un convidado de piedra en tan selecto grupo. Nada más lejos de la realidad. Solo necesito una primera gran oportunidad para demostrar que no era un corredor cualquiera. A escasos metros de la meta, justo al superar la curva, aprovechó el momento de relajación de sus acompañantes lanzando un ataque que podía tanto dejarle sin opciones a la victoria como coronarlo como campeón. Las dudas y la vigilancia entre sus compañeros, acompañado por sus buenas piernas le condujeron a la gloria. Freire se coronaba campeón del mundo, mostrando una lectura de carrera y una resistencia formidable para alguien tan joven. Estas dos cualidades, junto a su buena planificación de las carreras que corre en cada temporadas, son los ases que le valieron para hacerse un hueco entre los mejores del pelotón, mientras su innegable clase hizo el resto.
Tan sólo dos años después se alzaba con su segundo maillot arcoíris. El mundial de Lisboa disputado en 2001 tenía como clarísimo favorito al Italiano Paolo Bettini. De una forma tan clara que Lanfranchi, uno de sus compañeros del equipo italiano ayudó a neutralizar la escapada de Gilberto Simoni (otro italiano) para que Bettini incrementara sus opciones de lograr el oro. Aunque esto en verdad tenía otra explicación, ya que Lanfranchi era compañero de Paolo en el equipo Mapei, primando el interés de su equipo durante el curso al de la selección transalpina. En la llegada, Freire consiguió situarse mejor que el italiano, superó a todos sus rivales por el exterior y pudo levantar las manos mientras Bettini maldecía su segundo puesto, en la que el mismo calificó como peor derrota de su carrera.
En el año 2004 el destino parecía que se aliaba con el de Torrelavega. El mundial regresaba al lugar donde cinco años antes había comenzado su leyenda ya que la selección española presentaba un equipo de ensueño con corredores como Valverde, Horrillo, Flecha o Chechu Rubiera. No fue una casualidad el desenlace de esta prueba. Gracias al enorme trabajo de sus compañeros, filtrándose en escapadas y controlando el pelotón durante la última vuelta, Freire lograba vencer. Aunque destaque sobre todos ellos el perfecto lanzamiento de Valverde, que dejó a Freire en cabeza a sólo 100 de meta y con el camino despejado para poder levantar los brazos en línea de meta para llegar al Olimpo del ciclismo, donde solo Merckx, Binda y Van Steenbergen comparten asiento con el español como ciclistas con más mundiales. Todo esto con tan solo 28 años, todo parecía encaminado a que el ciclista español fuera el primero en conseguir un cuarto mundial y quien sabe si un quinto. A pesar de sus grandes esfuerzos. Freire fue incapaz de lograr un nuevo campeonato del mundo.
Los mundiales son los títulos con mayor transcendencia mediática, pero no se puede olvidar que también se alzó con la victoria en una Gante-Wevelgem, una París-Tours, una Tirreno-Adriático, una clásica de Hamburgo, tres Flechas Brabançonas, cuatro etapas en el Tour de Francia y siete en la Vuelta a España. Sin olvidar sus tres victorias en la clásica más larga del calendario, los infernales 290 Km de recorrido de la Milán-Sanremo, carrera que puede justificar por si sola el palmarés de un gran ciclista.
En la edición del año 2004 de la clásica italiana Freire venció a Zabel en uno de los sprints más apretados de la historia del ciclismo, tanto que el alemán levantó las manos creyéndose campeón a pesar de que el tubular del español cruzó la meta unas pocas centésimas de segundo antes, gracias a un maravilloso último golpe de riñón. Freire demostró a sus rivales los sprints duran hasta la misma línea de meta, que el cántabro nunca levanta los brazos hasta que se acaba la prueba y sabe a ciencia cierta si ha sido o no el primero en llegar.
No habrá generado los mismos titulares que la selección de futbol, ni la admiración del pueblo como Nadal, no ha firmado contratos multimillonarios en el extranjero como Gasol, ni sale en los anuncios de televisión como Alonso. Ni tan siquiera genera el mismo cariño que otros ciclistas como Perico Delgado, Contador (hay que joderse) o el gran Miguel Induráin. A pesar de todo, es una leyenda, desgraciadamente con mejor consideración en el extranjero que en su propio país. Sea como fuere cuelga la bici el mejor “sprinter-clasicómano” español, un triple campeón mundial, que mantuvo siempre la coherencia en su discurso, un verdadero as del deporte, una leyenda del ciclismo patrio. A los que hayan tenido la suerte de verlo, guarden bien esas imágenes en sus retinas, quizás no vuelvan a ver a otro como él.
Foto de portada extraida de: deportesterra.es