Nuestro vecino del norte también está en crisis

Como si de una enfermedad que llevara tiempo incubándose se tratara, cada día vemos como la agitación y el descontento social se van contagiando por toda Europa y para nuestro vecino del norte el panorama tampoco es de los mejores. Con un déficit del 4,5% y más de 3 millones de parados (un 10,80% de la población) las perspectivas de Francia no son halagüeñas. Si a esto le sumamos la “discreta” presión de Berlín a París y la impasibilidad que algunos achacan al gobierno de Hollande, tenemos suficientes ingredientes para un buen pastel. Por ese motivo, en un intento de dejar a un lado las cifras, en la tarde de hoy una futura periodista francesa y yo hemos decidido darnos un pequeño paseo por las calles de Tours (ciudad del centro de Francia) para medir el impacto de la crisis con el mejor termómetro: la calle.

Nuestro paseo empieza entre gritos ampliados por megáfono de “no, no a la austeridad” cuando nos acercamos a la plaza de la cual parte la manifestación que recorrerá la ciudad. Las críticas, dirigidas a la austeridad en general y a las medidas “no socialistas” del presidente en particular no se hacen esperar. La gente se queja del aumento del paro, de la difícil situación de los jóvenes y de la reducción de medios en sanidad y educación, entre otras muchas cosas. Como podemos ver, reivindicaciones que no son precisamente ajenas para los que somos españoles.

Mientras lentamente se van alejando las voces decidimos cambiar de plaza, dirigiéndonos esta vez a la más antigua de la ciudad francesa. Una calle estrecha y empedrada nos conduce a la conocida como Place Plume, centro de reuniones de la ciudad donde se acumulan, como si no hubiese más espacio, todos los bares y restaurantes de la zona. Un café au lait y un poco de conversación nos revelan que la situación de estos bares y restaurantes no es tan mala como cabría esperar. “En los bares la facturación es menor que otros años, la gente sigue viniendo pero gasta menos” nos comenta el dueño del establecimiento con cara de pocos amigos. Pocos minutos más tarde ya descendemos por la gran avenida que nos lleva a la zona nueva, en la que siguiendo la costumbre, se encuentra el bullicio comercial de la ciudad. Nuestras caras de sorpresa son mal disimuladas al enterarnos de la estable situación de la mayoría de negocios relacionados con el ocio. Los trabajadores de cines y hoteles nos comentan que aunque el consumo ha descendido en los últimos tiempos, aun no podemos añadir el adjetivo grave a la realidad de la hostelería, y en la oficina de turismo llegan a afirmar que “el número de visitantes ha aumentado en lo que va de año”.

Sin embargo la situación de los pequeños comerciantes ya es otro cantar. Jugueterías, librerías y pequeñas tiendas aunque se mantienen son conscientes de que antes la gente compraba cosas de más, pero ahora se limita a lo esencial”, como nos comenta la dueña de una pequeña tienda de comestibles. Es precisamente en el sector de la alimentación donde percibimos verdaderamente el grueso de la crisis y la disminución del poder adquisitivo (dicen las encuestas que el 76% de los franceses tienen la necesidad de disminuir sus gastos en los últimos tiempos). En los supermercados, las cajeras también tienen claro que las compras cada vez son más pequeñas y perciben que ahora ya non se duda en comprar marcas blancas en lugar de pastas Gallo.

Se esta haciendo tarde y vamos pensando en volver a casa. Hablando de la crisis y sus costumbres, comentamos que en este mes se cumplen los 100 días en el gobierno de François Hollande y no son pocos los indicadores que afirman que Francia será el próximo país enfermo de la eurozona. Las noticias que llegan de los medios y las sensaciones que esta misma tarde pudimos percibir, dejan claro que el ánimo general es una mezcla de incertidumbre y pesimismo. “Nosotros no somos España, Portugal o Grecia pero será una cuestión de días” son algunas de las afirmaciones que se nos quedan grabadas después del paseo. La inquietud de Francia ante su propia crisis y el panorama internacional que la rodea es visible, pero sin duda su situación aun está lejos de la de otros países. La noche es ya cerrada y mientras esperamos en la parada del bus con los comentarios rondando aun por nuestras mentes, mi mirada se dirige hacia un grupo de chicas que apuran sus últimas compras. Parece que aquí por el momento las tiendas no van a cerrar y aunque es cierto que la gente pasó de llevar varias bolsas en cada mano a tener una sola, el hecho es que en Francia aun se siguen viendo bolsas.

Agradecimientos a Toinon Debbene por acompañarme por las  calles toursinas.