Deidades de internet

Internet es bastante grande. Decía Segurola sobre el “fenómeno Twitter” que éste era “como un bar de borrachos” en el que dominaba el griterío fácil y brillaban por su ausencia los comentarios coherentes. Sin desmerecer ni a los bares ni a los borrachos, lo cierto es que algo de razón tiene. Pero no toda, que si algo tiene la razón es que es escurridiza por naturaleza. El reflejo de twitter es extensible a internet, pero con más variedad. Igual que las borracheras, que cada uno las lleva a su manera, y en la variedad está el gusto y a veces la vomitona.

En el bar tenemos al de la corbata en la cabeza, al que elimina automáticamente a los hombres de su campo de visión a base de ronconcola para solo dejar a las mujeres o a los que gritan cosas en idiomas de invención y uso nocturno. Mientras tanto, en internet tenemos a los foreros (donde forocoches es territorio y ley), a los blogueros, a los simples navegantes… y también a los trolls.

Los trolls, esos seres entrañables y a veces hasta ocurrentes que nacen sobre todo en las redes sociales, hijos del mágico momento en el que te dejas el Facebook abierto y alguien te planta un “SOY MARICÓN” en el estado. Ante tal alarde de rotundidad, hasta al Zuckerberg se le quitan las ganas de preguntarte “¿cómo te va?/¿qué haces?/¿qué te cuentas?“.

Pero nada ni nadie escapa a la evolución, ni siquiera la red de redes. Así, en tiempos como los nuestros ya podemos hablar de lo que yo he bautizado como el “troll 2.0”. Este tipo de troll difiere de su antecesor, básicamente, en que no le va tanto la coña. Suele habitar en los comentarios de los periódicos o webs de informaciones varias, por una razón: tiene que dar su opinión. Una de las claves de estos seres es que son como vasos de opinión que alguien ha llenado demasiado y están constantemente a punto de derramar su sabiduría. Aunque nadie tenga sed. El troll 2.0 llega, lee y difiere. Y deja claro que difiere. La ironía rancia se encuentra entre sus recursos más utilizados, junto a Google, que utiliza para buscar y refrendar sus argumentos con algún que otro link de una web en la que ha sido más magnánimo. Se sienten estos hombres y mujeres con el deber de dejar claro que todo el que no piense como ellos está equivocado, y si para ello tienen que pasarse la concisión por el forro de las teclas lo harán, y escribirán un post tremendo que solo detectarán el resto de trolls. Porque sí, el troll 2.0 es mucho de discutir.

Este tipo de trolls son las deidades de Internet, por su omnipresencia y omnipotencia para hablar de cualquier tema y ser capaces de hacer un juicio crítico con la misma facilidad que cualquier mortal se suena los mocos. Y no solo de omnipresencia y omnipotencia viven estos dioses, también de adolescencia, que es una cualidad muy de ser dios: todo lo sabe y todo lo entiende pero nunca arregla nada. Igualito que un teenager.

¿Cómo sobrevivir a los intrincados designios de estas deidades? Supongo que es bastante fácil. Nietzsche mató a Dios a base de indiferencia y se ha escrito bastante sobre esto. Yo no le quito mérito, que el señor sabía bastante, pero antes de conocerle a él conocí a mi padre y éste, cuando yo era chaval y me ponía un poco tonto, me filosofeaba fácilmente: “cuando te canses y se te pase la tontería, hablamos“.