De los límites al crecimiento económico y la independencia energética

Si bien, en los últimos años, y debido en buena medida a la crisis económica y financiera que han experimentado y experimentan los Estados Occidentales, no se le ha prestado la suficiente atención a la problemática del cambio climático y la contaminación, un tema que no hace tanto estaba situado en las primeras páginas de la agenda de nuestros políticos y en estos últimos meses ha vuelto a surgir.

No es nueva, ni propia exclusivamente del siglo XXI, sino que ya viene de lejos la relación de amor y odio entre crecimiento económico y medio ambiente. Podemos partir de la publicación en 1962 de Silent Spring,  de Rachel Carson, donde examinaba el impacto que provocaba el uso abusivo de productos químicos, así como de las obras de Barry Commoner, Jacques Ellul y otros que se centraban en las consecuencias que el progreso tecnológico estaba teniendo para el medio ambiente y la sociedad.

Los llamados Neomalthusianos abogaban por la necesidad de restringir el crecimiento económico y poblacional. En el informe Los límites al crecimiento argumentaban lo perjudicial del crecimiento económico ya que, al ser los recursos finitos, debe haber límites al crecimiento exponencial de la actividad económica. Estos argumentos extremos y apocalípticos darían lugar a infinidad de críticas, y es que dado que al hacerse escasos los recursos, se hacen más caros, y por tanto los consumidores y productores cambiarán su comportamiento y buscarán bienes sustitutivos.  Así mismo, las mejoras tecnológicas llevarán al ahorro y mejor uso de los recursos. Aún así, y pese a que los pronósticos neomalthusianos iban en la mala dirección, no hay que olvidarse que si algún límite tiene el sistema capitalista, este es el de los recursos naturales. Como muchos sostienen, el Capitalismo es como una bicicleta, debe siempre avanzar para mantenerse en pie, y si realmente existe un obstáculo a este avance es, sin duda, el medio natural.

En 1987, el informe Brundtland redactado por la Comisión Mundial del Medioambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas marcaba el inicio de una nueva era, pugnando por lo que conocemos como desarrollo sostenible, término que se vincula a la satisfacción de las necesidades presentes sin comprometer las futuras, tal y como afirma el propio informe. Por lo tanto se busca la sostenibilidad del sistema a corto y largo plazo, poniendo énfasis en la sustentabilidad económica, ecológica y social. Lo ideal es un equilibrio entre eficiencia económica y equidad social, y este ha de ser el camino a seguir por las presentes  economías.

Los recientes resultados electorales en EEUU daban de nuevo la victoria al líder Demócrata, Barack Obama. Lo cierto es que la campaña electoral estadounidense si por algo se pudo caracterizar es por la ruptura de un tema transversal, como la energía, que se convertía ahora en un tema posicional, esto es, un tema que se intuía de pensamiento común (como puede ser el bienestar social,  la defensa nacional, etc) ahora entraba en el debate público, cuestionado por el líder Obama. El énfasis en la independencia energética y en la decidida apuesta por el sector de las renovables suponía un auténtico reto y, para algunos, una apuesta a imitar o a seguir muy de cerca. La energía figuró reiteradamente en la campaña, los candidatos mencionaron el tema en numerosas ocasiones y los electores demostraron estar de acuerdo con la apuesta del presidente Obama de pugnar por las energías limpias. La Hart Research Associates encontró que nueve de cada 10 estadounidenses dicen que el desarrollo de energías renovables deben ser una prioridad para el Presidente y el Congreso.

Recientemente Barack Obama, decía sobre el  modelo energético que quiere para su país que: “No voy a ceder la industria eólica, solar o de baterías a China o Alemania (…). Hemos subsidiado a las petroleras durante un siglo. Es tiempo suficiente. Es hora de acabar con las contribuciones de los ciudadanos a una industria que nunca ha sido más rentable, y de doblar los esfuerzos en una industria de energía limpia que nunca ha sido más prometedora”. Como vemos, una clara apuesta por la independencia energética, la apertura a las energías renovables y el desarrollo sostenible.

Mientras tanto, en España, que no olvidemos que ocupa una posición de liderazgo en el sector de renovables y da empleo en nuestro país a 120.000 personas, generando el 1 % del PIB; la situación es totalmente contraria a la estadounidense. Parece una paradoja que siendo España líder mundial en tecnología solar y eólica hayamos dado un paso atrás en la apuesta por estos modelos. Tras la reciente decisión del ministro de Industria de hacer un parón temporal a la instalación de nueva potencia renovable con prima debido a  la necesidad de controlar el déficit de tarifa, que se cifra en 24.000 millones de euros, el futuro de energía limpia y de la eficiencia energética se ve negro en nuestro país.

La verdad es que el funcionamiento del mercado eléctrico en España, es cuanto menos controvertido, y es que hasta 1997 el gobierno se encargaba de fijar la tarifa eléctrica. Con la llegada de Aznar al gobierno, se liberalizó el mercado eléctrico (Ley 54/1997 de 27 de noviembre del Sector Eléctrico). Esta ley, pese a diversas modificaciones, sigue vigente a día de hoy. Así, el mercado actual es un claro oligopolio donde 5 empresas (Iberdrola, Gas natural Fenosa, EDP, E.On y Endesa) se reparten el mercado, éstas generan el 80% del total y el 90% de la comercialización. Lo cierto es que el coste real de la producción de electricidad es desconocido, pues las  empresas productoras de electricidad se niegan a someterse a auditorías públicas de costes. La producción se subasta entre las compañías a través del operador  OMIE. Así se dan  dos tipos de subasta, una subasta  diaria y otra  trimestral. En la subasta trimestral, además de las eléctricas, participan los bancos (tanto comerciales como de inversión), que actúan como intermediarios entre las empresas y el Estado. Un auténtico disparate.  En la subasta, el precio de la energía siempre se fija más alto de su valor real, lo que según estimaciones recientes supondría un sobre coste de 500 millones anuales.

La tarifa eléctrica que paga el consumidor se deriva de lo que cuesta producir la electricidad y de otros costes adicionales como el transporte, las primas a renovables, las tarifas especiales para las grandes empresas industriales, la moratoria nuclear (las centrales eléctricas siguen recibiendo grandes ayudas anuales, pese a estar ya amortizadas) y el déficit de tarifa. El Déficit de tarifa merece un tratamiento aparte, así, esta es la diferencia entre lo que paga el consumidor en su factura y el coste que atribuye la compañía eléctrica. De este modo, desde que el PP decidió liberalizar la energía, los distintos gobiernos que se fueron sucediendo optaron por congelar la tarifa de la luz, a pesar de los costes que tenía la energía. Esto hizo que se generase deuda que el Estado adquirió con las empresas eléctricas. Hoy llega a 24 mil millones de euros, como hemos dicho más arriba. Lo que todos imaginamos es que, dado que esta deuda es tan alta, las eléctricas deben de tener unas pérdidas odiosas, pero para sorpresa de todos, lo cierto es que las cuentas de las eléctricas no podían ir mejor, ya que esta deuda es vendida por las empresas eléctricas a los bancos, y ahora la deuda el Estado la tiene con las entidades bancarias, y las eléctricas no tiene problemas de beneficios.

Debido a este sin sentido, las renovables tienen que pagar los platos rotos de una mala gestión encauzada por los distintos gobiernos que no supieron (ni quisieron) hacer bien las cosas. Por ello, las empresas españolas de renovables construyen más plantas termo-solares fuera que dentro de España, así Chile, Sudáfrica, Marruecos, EEUU, entre otros países, demandan la tecnología de las empresas de renovables españolas. No solo Abengoa, Iberdrola, Gamesa, ACS, OPDE, se han situado como las empresas punteras en el exterior y dentro de España en el sector renovable, sino que otras muchas se han abierto camino, sinónimo de que España es el motor de la energía limpia.

Las energías renovables están reduciendo rápidamente sus costes, y en poco tiempo serán menores que los que asumen las energías con combustibles fósiles. Esto hace que muchos países incentiven la construcción de plantas termo-solares y que empresas españolas estén a  llevar a cabo muchos de los proyectos. Deben nuestras empresas aprovechar esta oportunidad, y por ello, es necesario una regulación que permita la construcción en España de plantas en las que las empresas puedan demostrar los avances en su tecnología. Decir que la energía termo-solar es la causante del  déficit de tarifa eléctrica es una grave falacia; pretender evitar el déficit futuro matando a las renovables, un grave error.

Debemos evolucionar hacia un modelo energético renovable, limpio y respetuoso con el medio ambiente y, para ello, caben dos actitudes. Una, esperar a que otros realicen el  desarrollo para luego adquirir su tecnología; y la otra, la que convierte en líderes a los países más desarrollados, aprovechar la gran oportunidad que para la economía y el empleo supone participar en primera línea del desarrollo, convirtiéndonos en exportadores de tecnología, equipos e instalaciones.

A día de hoy, la segunda opción está al alcance de nuestras manos, no la desaprovechemos.