Y Queen cedieron el trono
FOXY SHAZAM (FOXY SHAZAM)
(Sire Records / Abril de 2010)
Para comenzar, pido perdón por mi tan sensacionalista titular, entenderé por completo que algunos queráis tirarme de las orejas un poco y puede que me lo merezca, pero es que estos músicos lo valen. No deja de ser curioso que, hoy en día, cuando tenemos a nuestra disposición la que es, probablemente, la mayor cantidad y variedad de música de toda nuestra historia, estemos, al mismo tiempo, perdiendo inexorablemente los orígenes de todo lo que fue el rock & roll en su momento. Cuando AC/DC, Rush y el resto de la vieja guardia cuelguen las botas de forma definitiva e irrevocable, ¿estaremos preparados para un mundo en el que Coldplay, Pittbull y “la-moda-pasajera-indie-que-toca-este-mes” (con respeto) sean lo más grande que nos puede ofrecer el mundo del entretenimiento auditivo? Poco halagüeño se nos pinta todo. No quiero caer en la presunción de dar a ciertos grupos la estampa de salvadores del rock , pero este sexteto de Cincinnatti, que tuvo las narices este año de sacar un álbum titulado The Church of Rock and Roll sin que nadie les apedrease por ello, tienen, por fuerza, que valer la pena.
Y es que Foxy Shazam, en este álbum homónimo, suenan a viejo, pero a un viejo con relucientes gafas de pasta, chapitas de El Resplandor y camisa de cuadros. Un anciano moderno. Es como si una máquina del tiempo nos los hubiese traído desde los tiempos en los que nosotros no habíamos nacido siquiera (y probablemente ellos tampoco). La clave es una base de The Darkness (o Queen, obviamente) con pizcas de Elton John y mucho de los años 60, condensados en una punzante guitarra y un teclado. Y, además, el plato fuerte, un hombre delgado y flexible como una vara de junco, con un look a medias clásico cartesiano, a medias renovado Cristobal Colón perdido en Las Vegas y con una voz capaz de mover montañas. Eric Sean Nally es una bestia de la naturaleza capaz de hacer falsetes que quitan el hipo, fraseos de los de la escuela del señor Mercury o rasgados imposibles, todo ello con una técnica, una potencia y, sobre todo, una bendita teatralidad que asombra se mire por donde se mire.
Wanna-Be Angel comienza fuerte (tras la intro de Bombs Away) con un Eric que chilla toda una declaración de intenciones “and all you, hipsters, say I’m gay, well, I’m not gay at all” para terminar con un certero “You’ll probably end up in heaven and I’ll be burning in hell”. Continuando el álbum, Count me Out y Bye bye symphony son dos pedazos de rock antológicos, la primera con una letra socarrona sobre el amor y un solo atronador y la segunda, dominada por el infalible teclado de Schuyler Vaughn White. Pero las auténticas joyas de la corona son Unnstoppable, donde el señor vocalista da rienda suelta a sus cuerdas vocales, rodeado de una instrumentación sencillamente genial, y Oh Lord, una canción realmente fascinante, donde la trompeta de Alex Nauth se gana el protagonismo y nos habla de que siempre habrá algún mal en este mundo, alguna guerra a la que hacerle frente.
El álbum tiene algunos temas un poco menos aprovechables dentro de la magnificencia general, como Second Floor o Connect, pero Evil Thoughts, interpretada habitualmente a capella en los conciertos, es un broche final difícilmente olvidable por nuestros oídos. Y es en estos momentos cuando uno no puede más que maldecir por lo bajo. Foxy son intachables, y si hubiesen publicado su primer trabajo en 1967 hoy en día estarían en las secciones principales (permitidme semejante fanatismo) de los libros de historia de la música, pero, por desgracia, han nacido en un tiempo que no el suyo. Hace dos años y medio de la publicación de este disco y, lo que es cierto es que, si la banda no ha llegado a triunfar con este prodigio, no lo va a lograr con nada. Y eso nos lleva a considerar por qué unos grupos triunfan “inmerecidamente” y otros todo lo contrario (hablando desde la pura y dura subjectividad de cada uno), dilema en el cual no entraré hoy. Tal vez Foxy Shazam hubiesen podido ser esos “supermanes” que necesitamos, yo me tragaría mis palabras iniciales y ellos se convertirían en los verdaderos salvadores del rock and roll, pero, salvo que este maldito mundo de el necesario cambio que tiene que dar, nos quedaremos sin saberlo.
Puntuación [88/100]