Una Cuba que Fidel nunca contó
Crecí entre edificios que se caían a trozos y gente bailando en la calle. Crecí entre dos únicos canales de televisión. Crecí viendo como la gente montaba sus propios negocios ilegales en sus casas para poder sobrevivir. Escuchaba día tras día que “Cuba es una, pero dentro hay muchas Cubas”. Claro que cuando uno es pequeño e inmaduro no entiende esto. Quería entender esa frase que desde que llegué a España mi padre me repetía, así que me embarqué en el 2010 en un viaje que me cambiaría para siempre.
Nada más pisar La Habana noté que era diferente. Diferente a todas las ideas que podía haberme hecho sobre ella desde que me fui. Diez años hacía que no pisaba el aeropuerto habanero (ni ningún otro cubano). El avión aterrizó en tierra mojada, bajé las escaleras y respiré un aire húmedo. Al entrar en el edificio una serie de trámites me nublaron el juicio, mujeres que te esperaban nada más entrar para “ayudarte” con el papeleo por 5 Cuc (la moneda nacional cubana a día de hoy). Y es que para los ojos de Cuba, al haberme ido de manera definitiva, no soy extranjera, si no cubana nada más pisar sus tierras. Esto sería irrelevante si no implicase el peor trato posible en términos burocráticos. Por aquella época se podían llevar hasta dos maletas a facturar y un bolso de 10kg de mano y se podía cargar una de las maletas de medicinas y alimentos si se gustaba. Me abren las maletas para ver qué comida pueden requisarme y tirar en un contenedor perfectamente limpio. El contenido horas después será dividido y repartido entre los trabajadores del aeropuerto. Con mis maletas y un amigo que me recibía y me ayudaba con el papeleo (sí, más papeleo) salí de la sala de la tortura.
A lo largo de mi estancia fui recordando esa frase que me repetía mi padre. Había viajado miles de kilómetros movida por la nostalgia y la curiosidad. Recorrer las calles de La Habana, mi Habana, era respirar aire que sentía mío, no era un aire intoxicado. Y Cuba es un lugar seguro. Son numerosas las noticias sangrientas y violentas que salen en los medios sobre América Latina que no incluyen a Cuba. Esto es algo que me llena de orgullo a mí y a cualquier cubano. Había crecido entre bailes y tambores y ahí seguían. Personas que salían a la calle a bailar, a cantar y a tocar las maracas. Las aceras se inundaban de salsa y sangre cubana.
Una noche me acerqué hasta el malecón. El malecón de La Habana es como el casco viejo de Santiago de Compostela, sólo que envuelto en un mar que rompe la vergüenza. Como es habitual en esta zona, hay numerosos músicos tocando para las parejas enamoradas que se sientan en los alrededores. Se acercan y por unos cuantos pesos (otra de las monedas cubanas) te animan una velada. Te invitan a que les acompañes con sus instrumentos. Y una, que no está acostumbrada a eso, no puede hacer otra cosa que enamorarse. Pero, ¿recuerdan aquella frase Cuba es una, pero dentro hay muchas Cubas?
Se desconoce que el cubano cobra en una moneda (peso cubano) y compra en otra (cuc). Desde el año 1959 hasta los 90 en Cuba estaba penalizada la tenencia de divisa. No es hasta comienzos de los noventa cuando se despenaliza el dólar y se empiezan a abrir tiendas en donde todo cubano que tuviese la posibilidad de comprar en esta moneda pudiese hacerlo. Aquí nos encontramos con dos monedas, el dólar y el peso cubano. A la par, nace otra moneda que es el Cuc (será ésta, hasta día de hoy, la moneda definitiva) y durante una temporada estuvieron conviviendo las tres. El Cuc, que es el peso cubano convertible, es la moneda en la que se puede comprar, si uno tiene dólar puede ir al banco a cambiarlo en Cuc.
Se habla muchas veces de esa famosa libreta de racionamiento que sigue vigente a día de hoy. Con esta libreta puedes ir a las bodegas a adquirir los productos básicos que te da el régimen y con los que no puedes ni subsistir diez días, por lo que tienes que acudir a las tiendas. El salario de un cubano “normal” (sin contar los altos cargos políticos) hasta hace diez años giraba entre los ochenta y cuatrocientos pesos cubanos, para que nos entendamos, 300 pesos son unos veinte euros. Ante este panorama, nos encontramos a un cubano que cobra en pesos pudiendo pagar la electricidad y el agua en esta misma moneda y que se tiene que alimentar en Cuc.
De mi estancia en Cuba hay una anécdota que jamás olvidaré. Allá por Junio de 2010, fui a comer a un restaurante. Yo, acostumbrada a poder hablar de política, me llamó la atención cuando me invitaron amablemente a hablar en silencio. Estábamos teniendo una discusión acalorada sobre el Comunismo y todas sus fases cuando uno de mis amigos me sugirió que dejásemos el tema, pues el camarero nos estaba mirando con cara de pocos amigos. Esto dejó de sorprenderme cuando recordé que a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta la Universidad cubana era – y sigue siéndolo- para los revolucionarios. Por esta época se instaura en toda la Educación una idea promovida por Fidel Castro que era la profundización de la conciencia revolucionaria. Se hicieron asambleas y reuniones lideradas tanto por profesores como por alumnos del Partido Comunista en donde se decidió purgar de todas las aulas cualquier elemento que no fuese revolucionario. Muchos estudiantes fueron sancionados e incluso algunos tuvieron que abandonar por hacer apología y exaltación de los valores capitalistas, por hacer comentarios adversos a la URSS o a cualquier producto ruso. Uno de los alumnos fue sancionado por llevar unos vaqueros Levi´s comprados en el mercado negro. Su sanción no fue por haber comprado sus vaqueros en el mercado negro, sino por hacer apología del capitalismo y porque mostraba una clara desviación ideológica al llevarlos. Y es que para estudiar en la Universidad no podías decir que no eras revolucionario.
Unos años antes ya se venía ejerciendo esta práctica cuando se marginó a estudiantes religiosos, que si bien cierto que no eran expulsados, sí eran controlados. Desde que eres niño, te obligan a ser pionero bajo el lema “Pioneros por el Comunismo, seremos como el Che”. No sería hasta 2012 cuando se anule aquella ley que decía que no podías tener más de una propiedad. Es en este año que está a punto de finalizar, cuando el cubano puede comprar por primera vez (desde el triunfo de la Revolución) una propiedad. Recordemos que en 1967 Fidel Castro hace una (ofensiva) llamada revolucionaria para acabar con toda propiedad privada. Por no hablar de esa ley absurda (anulada en 2012 también) en la cual todo menor tenía prohibida la salida del país si no era de manera definitiva. Cabe destacar que esta ley está aprobada pero no será hasta el 14 de Enero de 2013 cuando sepamos si será una realidad o no. Un adolescente jamás ha tenido la oportunidad de viajar a otros países y poder empaparse de su cultura. Ahora puede que tenga la posibilidad, pero a saber bajo que condiciones.
Lejos queda la Cuba que preparaba a buenos médicos y tenía una Sanidad envidiable. Allá existe un concepto al que le llaman diplofarmacias. Éstas están habilitadas para todo extranjero, pero no para el cubano. No hace mucho, allá por 2007, se daban casos de cubanos que necesitaban ciertos fármacos que sólo se vendían en estas farmacias. El problema llega cuando el propio cubano no puede comprar sus medicamentos, que necesita, por el simple hecho de ser cubano y no extranjero. Así que no tenía más remedio que encontrar a algún extranjero que pudiese pagarle tal medicamento. No era cuestión de dinero, era cuestión de raza, de lo que ponía en tu carnet de identidad. Esa Cuba de la Sanidad envidiable hoy en día maltrata a su propio ciudadano.
Esto tan sólo son simples pinceladas, bocetos sobre las realidades cubanas. Hay millones de anécdotas escondidas en un cajón que cualquier creyente en la filosofía marxista no querría desvelar. Es como si las hubiese guardado bajo llave y la hubiese tirado al mar, en donde nadie pueda encontrarla. El problema es que hay realidades que no se pueden ignorar, se sea de la ideología que uno quiera. Uno tiene que velar por sus valores éticos y morales más allá de los políticos. Los que viven bajo el techo del Comunismo y se han quedado prendados de aquella Cuba de los años cincuenta les cuesta reconocer que la Cuba de Fidel Castro no es perfecta -nunca lo ha sido-, y dista mucho de serlo. Un país en dónde la libertad de expresión (y la de prensa) es mutilada día tras día. Nuestra ideología, sea roja, azul o de mil colores, no puede cegarnos ante un mundo que pasa ante nosotros a toda velocidad. Todos queremos quedarnos con la Cuba que desprende vida allá por donde pases. La Cuba del malecón y sus gentes llenas de alegría. La Cuba luchadora, bajo el estandarte de la Revolución. Todos queremos quedarnos con un Che histórico, con un Fidel Castro que puso todo lo necesario para crear a buenos profesionales, a gente preparada, con una clase política que creía fielmente en las ideas marxistas. Hay una Cuba que es así, o ha sido así. Pero yo no hago más que preguntarme ciertas cosas. Y es que no dudamos, y con razón, en recordar esa época franquista como una anulación del ser. Los revolucionarios no podían ser revolucionarios. No se podía leer, escuchar, ver, lo que uno quisiese…. seguro que aquí también nos podríamos encontrar con un abanico amplio de anécdotas. Pero, ¿piensa usted que Cuba es o ha sido diferente? ¿Por qué cuesta tanto reconocer esta realidad? Me veo en la necesidad de comunicarles a los utópicos sobre mi país natal (yo algún día también lo fui) que Cuba no es un país comunista. Cuba es una dictadura. Maquíllenlo si quieren, tiren la llave al mar, recuerden sólo la parte que hace que te enamores de Cuba, hagan lo que crean conveniente porque todos queremos quedarnos tan sólo con una Cuba, pero lo cierto es que Cuba es una, pero dentro hay muchas Cubas.
Una vez que Cuba entra en tu vida, jamás sale de ella. No seré yo quien les quite el derecho a la reflexión y a la libertad de opinión, así que reflexionen, opinen.