Un día de furia
Seguramente la mayoría de nosotros hemos sopesado en más de una ocasión la idea de armarnos con lo primero que encontremos para salir a la calle y defendernos furibundamente de las injusticias contra las que alguna vez nos hemos tenido que enfrentar. Pero… ¿Dónde está la línea que diferencia al gallardo justiciero del psicópata violento? Un día de furia profundiza precisamente en esa frontera entre la furia de un ciudadano normal y la ira de un desequilibrado.
La cinta, dirigida por Joel Schumacher, responsable, entre otras muchas, de las películas del justiciero de Gotham Batman Forever (1995) y Batman & Robin (1997) y de los thrillers Asesinato en 8mm (1999), Última llamada (2002) o El número 23 (2007), arranca con un plano magistral. En él, la cámara empieza prácticamente en el interior de la boca del protagonista para, a continuación, y sin realizar ningún corte, ascender por su rostro para mostrarnos su expresión de desesperación, sentado dentro de un coche. A medida que se va abriendo el plano, la cámara sale del vehículo y nos muestra primero al personaje en un plano más abierto y, después, haciendo un recorrido a través del volante y el capó del coche, nos enseña la situación general en la que arranca la película: un inmenso atasco en un tórrido día de verano. El plano, aun sin haber hecho ningún corte, nos deja ver los diferentes vehículos con sus ocupantes presionando el claxon, gritando por teléfono y con niños chillando, para mayor desesperación del protagonista, para finalmente volver a enfocarle desde detrás. La fotografía, a cargo de Andrzej Bartkowiak, ayuda a reforzar esa atmósfera opresiva y agobiante.
Un día de furia, rodada durante los disturbios raciales que tuvieron lugar en Los Ángeles en 1992, cuando un jurado absolvió a los cuatro policías que le propinaron una paliza a Rodney King (fallecido en junio de este mismo año), cuenta la historia de Bill Foster, interpretado por Michael Douglas. Al comenzar la película, Foster decide que no está dispuesto a soportar que lo ninguneen nunca más y comienza a responder con violencia ante las pequeñas injusticias de su día a día: un tendero retorcido que no está dispuesto a darle cambio para realizar una llamada de teléfono o una cadena de comida rápida que se niega a proporcionarle un desayuno por el mero hecho de haber llegado a penas unos minutos después de la hora en la que se comienzan a servir las comidas. Para más inri, ese mismo día es el cumpleaños de su hija y él solo quiere ir a darle su regalo, pero parece que la ciudad entera está conspirando contra él para que no lo consiga.
La identificación definitiva por parte del espectador con el personaje protagonista llega en el momento en el que este decide darle un escarmiento a unos pandilleros que quieren atracarle. Así pues, Bill Foster está actuando de la manera que a muchos de nosotros nos gustaría hacerlo en algún momento de nuestra vida.
El problema llega cuando te enteras (tranquilos, se descubre al poco de iniciar la película, no es ningún spoiler) que sobre Bill Foster recae una orden de alejamiento sobre su exmujer y su hija. Es en ese momento en el que dices: vale, aquí está la línea que diferencia a un ciudadano cabreado con el que me identifico y al psicópata violento. Empieza así una espiral de violencia que el detective Prendergast, interpretado por Robert Duvall, intentará detener.
Quizás de todo el guión, escrito Ebbe Roe Smith, que hace un cameo en la película, el comienzo de la investigación sea lo más trillado: Prendergast es un policía que está a punto de retirarse en cuanto resuelva un par de trámites sin importancia. Sin embargo, por una serie de coincidencias, decide investigar a “un loco que está atemorizando a la ciudad”, embarcándose en su último gran caso. Sin embargo, en mi opinión el mayor mérito del guión recae en la evolución del personaje de Michael Douglas, de un hombre corriente con un mal día a una persona realmente peligrosa, y como juega con nosotros como espectadores haciendo que en un primer momento nos identifiquemos con él para luego mostrarnos su verdadero rostro.
Un día de furia estuvo nominada a la Palma de Oro a la mejor película en el Festival de Cannes de 1993 y ha dejado numerosas referencias en la cultura popular, como en el capítulo de los Simpsons, El enemigo de Homer, en el que la estética de Frank Grimes está basada en la de Bill Foster, o el videoclip de Foo Fighters de la canción Walk, que es un claro homenaje al film de Joel Schumacher.
El videoclip de Foo Fighters, Walk: