Tim Burton: Cuando lo atormentado se vuelve mainstream
En contra de lo que la creencia popular considera, Tim Burton no dirigió Pesadilla antes de Navidad. Su papel en la famosa película de animación fue la de productor, además de ser el autor del poema y los dibujos en los que se basa la película. Si bien el director de la cinta fue Henry Selick y el guión corrió a cargo de Caroline Thompson, generalmente se considera a Burton como su “autor”.
Es por ello que no entiendo a los que quitan hierro al asunto cuando el nombre de Tim Burton aparece entre los productores de la infumable Abraham Lincolm: Cazador de Vampiros (Timur Bekmambetov, 2012) y consideran que no es síntoma de nada. Es más fácil para sus fans vincularlo con un éxito del cine de animación que con semejante bodrio vampiresco. Sin embargo, para mí es indicativo de cómo el ya mítico director ha perdido el norte en los últimos años.
Muestra de ello son las dos películas que preceden a la última, Frankenweenie: Alicia en el País de las Maravillas y Sombras tenebrosas. Ambas películas, escudadas en una fotografía y una estética muy elaboradas, ofrecen una historia francamente descuidada, la primera basándose en el clásico de Lewis Carroll y la segunda en la serie del mismo nombre emitida en los años 60. Y con Frankenweenie sucede más de lo mismo. En ella, Tim Burton nos ofrece un universo tan trillado que ya no aporta nada nuevo. Más de lo mismo con sus personajes oscuros, de mentones afilados y largas extremidades.
La película arranca con el trágico fallecimiento del perro del niño protagonista. Decidido a resucitar de entre los muertos a su querida mascota, Víctor realiza un experimento estimulado por lo aprendido en las clases de su profesor de ciencia, Mr. Rzykruski, que comparte un gran parecido con el difunto Vincent Price. Gracias a la energía procedente de un rayo, el perro vuelve a la vida, teniendo que ser ocultado a los padres del niño y al vecindario.
La idea viene de mediados de los años 80, cuando el joven Burton trabajaba para Disney. Por aquel entonces, ideó su particular homenaje al Frankenstein de James Whale, adaptación a su vez del clásico de Mary Shelley. Sin embargo, por problemas de presupuesto, lo que originalmente estaba concebido para ser un largo de animación, se tuvo que reformar en un cortometraje con personajes reales. A causa del resultado tétrico, no apto para un público infantil, Disney despidió al joven realizador. Treinta años después retomó el proyecto otra vez para Disney y, esta vez sí, lo convirtió en un largometraje realizado con la técnica stop-motion. La cuestión que uno se plantea es si lo hizo como una venganza contra aquellos que lo despidieron hace tantos años y ahora requieren sus servicios, por una cuestión sentimental o por un agotamiento de ideas.
El resultado del cortometraje es francamente bueno y, quizás, debería haberse quedado así. La película, con ligeros matices, empieza y acaba igual que el trabajo original. Tim Burton lo único que hace es añadir otras tramas para alargar el metraje, tramas que, por otra parte, están cogidas por los pelos: otros niños, inspirados por el trabajo de Víctor, deciden resucitar a sus mascotas muertas, en esta ocasión con nefastos resultados. Los difuntos animalillos se convierten en monstruos descontrolados contra los que Víctor tendrá que luchar.
Atrás queda el Tim Burton de Eduardo Manostijeras, Sleepy Hollow, Big Fish o la genial Ed Wood. Aunque Frankenweenie no es tan mala como sus dos predecesoras, no alcanza la genialidad de sus obras cumbre. Lo que tenemos ante nosotros es la sombra de lo que un día fue Tim Burton, una sombra, por otra parte, bastante tenebrosa.
El cortometraje original en castellano: