¿Por qué fracasan las naciones? Del exprópiese a los chuchesh (I)
La señorita Hye Su Park y el señor Dae-Jung Kim viven relativamente cerca, a menos de doscientos kilómetros de distancia. Ella es una de las diez millones de personas que viven en Seúl, y él reside en una pequeña ciudad algo más al norte, cerca de la frontera. Ambos tienen los mismos orígenes, disfrutan de un clima parecido y son conscientes de que sus líderes pueden obtener asesoramiento técnico en cualquier momento y de fuentes fiables para hacer a su país más próspero. Por desgracia, la renta, calidad de vida y nivel formativo de ambos dista mucho más que cualquier otra diferencia: la señorita Park posee una renta que multiplica por dieciocho la del señor Kim, algo curioso si tenemos en cuenta que si hubieran nacido cincuenta años antes esta diferencia sería prácticamente nula.

Los norcoreanos fueron los primeros desarrolladores del escondite a oscuras masivo.
Fuente: PlantetObserver/Science Photo Library
Plantéese la siguiente pregunta e intente responderla para sí mismo: ¿Qué es lo que determina que la afortunada sea Hye Su y no Dae-Jong? ¿Por qué sucede este mismo proceso en muchos otros lugares aparentemente similares pero con resultados totalmente distintos? En 2011 la renta per cápita de Estados Unidos fue de 48400 dólares. En el Congo, en torno a 400. Si hacemos unas cuentas rápidas nos daremos cuenta de que el estadounidense medio es unas 120 veces más rico que su homólogo congoleño. Para el lector más alcohólico, rehaga las cuentas en términos de pizzas del Galicia al amanecer o de vodka Verushka y sorpréndase. Economistas e historiadores han hurgado a lo largo y ancho de la historia humana tratando de identificar lo que marca la diferencia. Quizá usted haya pensado también en algo. ¿Es la geografía, como argumentan algunos? No, pues no permite explicar diferencias como el caso de Corea, Singapur o Nogales (ciudad fronteriza colindante entre EEUU y México donde las diferencias en calidad de vida, renta y corrupción son notables). ¿Es la cultura? Tampoco, pues no soluciona los problemas ya mencionados ni las diferencias internacionales. ¿Y si es la información sobre las acciones políticas a tomar? Pues rien de rien. Existen numerosas fuentes y datos disponibles para tomar las decisiones adecuadas, y ello no impide la realización de actos sin ningún sentido económico por parte de los dirigentes políticos –salvo quizá en España, donde el 28% de los asesores del presidente del gobierno no tiene graduado escolar–.
Quizá usted piense que no queda ninguna posibilidad más y que el autor es un maldito impostor que le está haciendo perder el tiempo. Pero lo cierto es que sí la hay. ¿Por qué fracasan las naciones entonces, listillo? Pues bien, la obra de Acemoglu (MIT) y Robinson (Harvard) titulada Why Nations Fail? es uno de los intentos más concienzudos y recientes para intentar responder a esta pregunta, y ha causado una gran influencia en el mundo académico. Tras investigar, clasificar y coordinar numerosos trabajos, han llegado a una conclusión: instituciones. Son las instituciones las que marcan la batuta de la Economía, quienes regulan cómo se relacionan los ciudadanos día a día para usar sus recursos escasos y las que definen si el camino que seguirá la región será hacia la prosperidad o hacia el fracaso. Si los incentivos que proveen son erróneos, el resultado será desastroso. Tres ejemplos inocentes de esto serían unos hipotéticos aeropuertos sin aviones, obras faraónicas inspiradas por hombres-dinosaurio (sí, Cidade da Cultura, voy a por ti) y la trágica subida del IVA a los chuchesh. Pero si por el contrario son acertados, elevarán la calidad de vida de los residentes dentro del área de influencia de esa institución. Es decir, un país que apueste por la innovación y la libertad tiene muchas más probabilidades que uno aún anclado en un populismo rancio. Como ya habrá adivinado, esto deja abiertas muchas preguntas: ¿Qué es lo que define que una institución sea buena o mala? ¿Cómo son modificadas a lo largo del tiempo? ¿Cómo explican de forma más precisa el éxito de un país? A lo largo de este artículo y del siguiente intentaré responder a estas preguntas utilizando los mismos argumentos que han dado Acemoglu y Robinson, y será la base para otros relacionados con este ámbito.

Urdangarín y sus movidas nos hacen más pobres.
Podemos definir institución en un sentido amplio de entidad reguladora, sin entrar a diferenciar en soberanías nacionales o circunstancias de otro tipo. Las instituciones son dirigidas por élites. En una dictadura, estas serán la cúpula del régimen y sus allegados. En una democracia, los políticos. El objetivo de las élites está siempre muy bien delimitado: maximizar sus rentas, esto es, pillar pasta a mansalva mientras les dejen. Es posible que esto no le parezca muy real –o quizá sí, dependiendo de si le gusta o no vivir en el mundo de ficción que habitan los afiliados a cualquiera de los partidos mayoritarios de este país–. ¿Acaso no hay regiones como las escandinavas donde los dirigentes hacen las cosas francamente bien? Déjeme que se lo explique: si bien el objetivo de las élites es siempre el mismo, no siempre pueden hacer lo que quieren. En el caso de los países escandinavos multitud de factores limitan su poder: democracia, educación, responsabilidad… En una dictadura como la del fallecido y molón Kim Jong-Il o la del general Videla, en cambio, se puede extraer la riqueza de la población a través de medidas arbitrarias e injustas hacia las élites sin demasiado problema. Es por ello por lo que a estas instituciones se le denominan extractivas, y a las más democráticas inclusivas. Esto implica algo muy importante, y es que no es la voluntad general de buenrollismo perrofláutico la que hace que se tomen las decisiones correctas (salvo ocasiones particulares de las que hablaremos), sino la simple imposición de barreras por parte de la sociedad a los desmanes de las élites. Vamos, que ante las posibles amenazas de ver peligrar su situación, las élites deciden hacer el sistema más inclusivo en un acto que podríamos calificar como de “mal menor”. Además, esta diferenciación no es binaria, sino gradual. Esto quiere decir que hay distintos grados de inclusividad, dependiendo de cómo se organice el sistema.
Intentemos aplicar esto a España en la transición. Con Carrero Blanco echando a volar y Franco recién espichado, las presiones nacionalistas y de la población opositora al régimen vuelven a tener más fuerza. Ante esta nueva situación la cúpula franquista tiene una disyuntiva. Por una parte, puede mantener el régimen vigente con un mínimo de concesiones. El problema es que probablemente ni siquiera de esta forma logren mantener su integridad y posición, dados los movimientos sociales en su contra. La otra alternativa es escoger el mal menor, que no es otra cosa que hacer una transición a la democracia, un sistema mucho más light y aceptado por la mayoría de la población. El problema de este sistema es que posiblemente muchos acabarían siendo juzgados por sus actos durante la época anterior, por lo que la única condición que ponen al cambio de una élite por otra es la de correr un tupido velo y que la anterior cúpula se vaya de rositas. En la nueva democracia todo serán brindis al sol a este respecto, aunque el efecto global será unas instituciones más inclusivas para la sociedad. Ahora es el momento en el que el lector debe juzgar si la teoría de Acemoglu y Robinson se adecua a este momento histórico.
Es posible que extraiga la sagaz conclusión de que el problema por tanto son las instituciones. Algún anarquista incluso dirá que es mejor no tener ningún tipo de Estado o ente similar. El problema es que a la luz de la evidencia empírica esto no lleva a ningún lugar. Por ejemplo, actualmente se considera a Somalia una región anárquica, donde la posición del Estado oficial es tan débil que de facto no existe control. El resultado de ello ha sido una guerra entre los tres principales clanes, dejando –pese a lo que afirman algunas fuentes– un rastro de muerte y absoluta inestabilidad política y social. Por tanto, es necesaria la presencia de un Estado central que permita mantener unos principios básicos de organización y cohesión social (y no uno que funcione a golpe de dedos señaladores y ehprópiese). De todas formas, no es el fin de este artículo tratar la posición del Estado “en peso” en la Economía, por lo que esto queda como un comentario extra que refuerza la base de la argumentación principal.

El Índice de Libertad Económica mide también la capacidad de los políticos para meterse en la “Champions Lí” de la Economía.
Antes de meterme de lleno con el funcionamiento de las instituciones, quiero ir primero a la raíz. ¿Cómo se generaron las diferencias entre ellas? ¿Por qué fue el Reino Unido y no China el autor de la Primera Revolución Industrial? ¿Por qué de México para abajo los países son en general mucho más pobres y poco democráticos que EEUU –con perdón de los de los Mr. Danger y las dictadurah del imperalihmo– y Canadá? Vayamos poco a poco. En un principio el nivel de las instituciones es parecido, pero no igual. Estas diferencias mínimas se dan por simples cuestiones históricas, culturales, medioambientales, etc. Lo que marca el salto es un punto crítico histórico que puede provenir de diversas fuentes: por ejemplo, la verdadera razón por la que Reino Unido se hizo con el liderato en la Primera Revolución Industrial tiene sus orígenes en la Peste Negra, allá por el siglo XIV. No se alarme por la diferencia de años, todo tiene su explicación. Resulta que esta pandemia tan maja mató entre el 30% y el 50% de la población inglesa. ¿Y eso qué tiene que ver? Pues que si hay menos gente los terratenientes deben pagar más a los campesinos por cultivar la misma tierra (un shock negativo de oferta de trabajo, para los más doctos en la materia), lo que incrementa su poder de negociación sobre los señores. La tensión se va fermentando poco a poco y en las consabidas revueltas campesinas de los siglos posteriores (como fueron las Remensas en Cataluña y las Irmandiñas en Galicia) se determina un nuevo balance de poder dependiendo del resultado. Precisamente este es uno de los argumentos que han determinado la histórica capacidad comercial de Cataluña (junto con lo de rezar diariamente a la Virgen del Puño), y es el factor principal en lo que atañe a Inglaterra. Si bien estas revueltas fueron derrotadas de una u otra forma, el resultado del equilibrio de poderes fue muy distinto. Por ejemplo, los resultados en Europa del Este fueron de completo fracaso para los campesinos y sirvientes, dejándolos en una práctica segunda esclavitud. Volviendo al tema, allá por 1688 ocurre la Revolución Gloriosa, que limita los poderes absolutos del rey y es un gran paso para la innovación y el libre flujo de ideas. Pese a estos nuevos incentivos, el primer barco a vapor no nace allí, sino que es construido en el Estado germánico de Kassel y data de 1705. ¿Entonces por qué demonios no fue este Estado el que inició la revolución industrial? Pues porque ese bote fue destruido por el gremio que controlaba el tráfico del río, que de pronto vio peligrar su supremacía. Cabe decir que ese gremio vivía a expensas de la monarquía, mientras que en Inglaterra la situación era radicalmente distinta. De esta forma el escocés James Watt pudo desarrollar su máquina de vapor, consciente y seguro de que podría obtener ganancias de su nueva invención, que dio inicio a la etapa de mayor crecimiento económico que ha visto el hombre.

“Así que el secreto de todo esto era darle de fumar carbón a las máquinas. Menuda genialidad”.
Fuente: http://alturl.com/y8swu
Por tanto podemos ver que ante un primer estado parecido de las instituciones, una serie de puntos críticos históricos las han modificado radicalmente, determinando de esta forma el devenir de la sociedad. He explicado qué es una institución, la diferencia entre instituciones extractivas e inclusivas, la gran importancia de los puntos críticos y cómo estos han marcado el inicio de la Revolución Industrial. Por limitaciones de espacio –resumir toda la información habría resultado en un artículo demasiado largo– en la próxima redacción terminaré de explicar cómo evolucionan y se construyen estas instituciones, la fragilidad del crecimiento bajo instituciones extractivas y haré un repaso exhaustivo con numerosos ejemplos históricos. Por ahora dejo una serie de preguntas para que el lector pueda meditarlas con este nuevo enfoque: ¿Cómo se explica el crecimiento de Corea del Sur cuando vivía en una dictadura, de Singapur o de China en las últimas tres décadas? ¿Cómo es posible que la URSS hubiera crecido con Stalin a mayor ritmo que EEUU en la misma época? ¿Es responsable la España del siglo XV-XVI del actual estado de las instituciones en América Latina? ¿Qué son nuestros líderes políticos: lelos, incompetentes o demasiado listos? Estas y más cuestiones serán tratadas en el próximo artículo, así que vaya mentalizándose para una buena ración de Historia, Economía y humor ácido.