Memoria de Pez
Rosalía escribió: “Adiós ríos, adiós fontes, adiós regatos pequenos”.
Estes son, probablemente, algunos de los mejores versos para expresar del dolor que se siente al abandonar el hogar.
Hace unas pocas décadas, los españoles se vieron obligados a marcharse. Suiza, Argentina, Cuba, Alemania, … la lista de países que acogieron a nuestros antepasados es interminable. ¿Cómo empezarían allí? ¿Director de banco?, ¿Abogado? o ¿Profesor? Diría que no. Camarero, obrero o recolector encajan más en este contexto. Nuestros emigrantes, inconformistas con el futuro que se les presentaba, se asentaron con humildad y coraje en un lugar totalmente nuevo donde tuvieron que acostumbrarse a nuevas costumbres, normas y gentes; adaptarse a las malas condiciones de trabajo, a unos salarios mínimos y a una cantidad de novedades abrumantes. Dejaron atrás a los suyos en pos de un futuro mejor.
Años después, es nuestro país el objetivo de cientos de emigrantes que buscan con la misma humildad y el mismo coraje ese futuro prometedor o, por lo menos, uno mejor que el que les ofrece su nación.
Sin embargo, nuestra gente parece sufrir un grave problema de memoria de pez: ¡ya no nos acordamos de cómo estábamos hace unos años!
Resultan de un cinismo increíble comentarios como “los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo”, “los rumanos son unos ladrones”, “los mulatos terminarán por sacarnos del país” o “estos son los causantes de la crisis”. Ya sean causados por una mentalidad obsoleta o por ignorancia, esta paradoja ralla lo cómico. Especialmente en estos tiempos, cuando el resultado del saldo migratorio del país vuelve a ser, por primera vez desde hace mucho, negativo debido a la gran cantidad de jóvenes que hacen las maletas y se largan en busca de su futuro (aunque, esta vez si, la preparación de estas personas es muy alta).
¿Un consejo? Empecemos por aumentar la dosis de plátanos: ¡hay que estimular esa memoria! Después tendremos que empezar a abrir nuestras mentes: menos prejuicios y más empatía con los que están atravesando un mal momento. ¿Qué habría sido de nosotros si cubanos, suizos, argentinos y ¡hasta alemanes! hubiesen elegido no contratar al galleguiño hace cincuenta años? ¿Qué será de nosotros si no vuelven a hacerlo?