It’s Alpha and Omega’s kingdom come
AMERICAN IV: THE MAN COMES AROUND (JOHNNY CASH)
(American Recordings, Universal / Noviembre de 2002)
La trágica muerte de Johnny Cash, por fallo respiratorio y complicaciones de su diabetes, sobrevino inesperadamente un frío septiembre de 2003, apenas un año después de la publicación de este álbum y casi a continuación de la de su mujer June Carter Cash. Fue en ese momento cuando el mundo entero se estremeció en un murmullo general de dolor y desesperanza, ante la pérdida de un personaje de aura prácticamente divina, en lo que no solo al country, sino a todo el mundo de la canción popular, se refiere.
Pero, antes de descansar para siempre bajo una pesada lápida de granito en Tennesse, el hombre de negro nos dejó con uno de los ejercicios de sinceridad y desnudez más conmovedores, candentes, y merecedores de redención, que hayamos visto en nuestra vida. Que un hombre de 70 años se abra en canal de esta forma, como clavándose violentamente un sable en el vientre, para enseñarnos de semejante manera todo lo que le corre por dentro, sus propias entrañas marchitas, no es enternecedor. No es admirable. Es algo más que eso, mucho más.
Aliándose con el productor Rick Rubin, amigo de los arreglos sencillos y de dejar a su aire al artista, Cash se sirve, como tantas otras veces, de canciones de otros para crear la base de su disco, pero, pese a ello, nadie en su sano juicio podría atreverse a hablar de “versiones”. Johnny Cash aquí no versiona, sino que se apropia de forma inapelable de temas ajenos, con una facilidad y una capacidad empática apabullante y pasmosa, como si los hubiese escrito él mismo y los hubiese cedido en su día para recuperarlos en el momento necesario. Perfecto ejemplo de ello es Hurt, originalmente de la banda de rock industrial Nine Inch Nails, canción que Cash vuelve dura, recriminante, en la que censura una vida llena de excesos, su propio “empire of dirt”. Un anciano nos clama, en un videoclip donde alternan su propia decadencia senil y su juventud decidida y poderosa, un deseo imposible de volver a empezar en otro lugar, en otro tiempo. Es un digno y doloroso arrepentimiento, para con su mujer, para con el mundo, lleno de ternura y culpabilidad, y, desde luego, peligrosamente capaz de llegar al tuétano de los huesos y no salir de ahí.
The Man Comes Around, tema que abre el plástico y compuesta por el propio Cash, nos trae citas del Apocalipsis de San Juan rodeadas de profecías y situaciones oníricas muy apropiadas. En I’m so Lonesome I Could Cry, versión de un clásico de Hank Williams, colabora Nick Cave, de los Bad Seeds, un artista en la cima de su carrera, en contraste con otro que sabe que, no sólo su andanza musical, sino su propia vida va a terminar más pronto que tarde. Personal Jesus, de Depeche Mode, o In my Life, de los Beatles, nos reafirman que ya no queda nada del trueno, de la fuerza sobrenatural que el enorme Cash despachaba en la flor de su vida, pero que un espíritu etéreo e incorpóreo puede susurrar a nuestro interior y alterarlo con la misma o mayor efectividad que un rugido coreado por cientos de reclusos en la prisión de Saint Quentin.
No es un disco perfecto, algunos de los temas, como Danny Boy o Give my Love to Rose son prescindibles y no dan la talla al mismo nivel que los demás, pero Hung my Head, especialmente compuesta para la ocasión por Sting (si, el mismísimo Sting regalando canciones) o la versión de cierre We’ll meet Again vuelven a introducirnos en un éxtasis de vida y muerte, en una experiencia trascendental y prácticamente religiosa. Aquí se muestra una decadente deidad en su estallido ultimo hacia el infinito de la inexistencia. A nadie le importa quién haya compuesto las canciones, lo único que cuenta ahora es el quejido profundo y apesadumbrado de quien las hace suyas en el Reino de los Cielos.
La nota final de todo este funeral fue una Redemption Song, incluída en su álbum póstumo Unearthed, donde, acompañado de Joe Strummer, la leyenda del country se despedía para siempre del mundo de los vivos. Da igual que seamos creyentes o ateos, cristianos, judíos, budistas o fanáticos del método científico, pero este tremendo alarde de sinceridad, redentor y respetuoso como ejemplo del irónico patetismo de un venerable anciano a partes iguales, tiene que asegurar, de algún modo, la inmortalidad más pura del alma de Johnny Cash de cara a la eternidad, aunque sea “a million miles away”.
Requiescat in pace, hombre de negro, ha encontrado usted la paz.
[Puntuación: 93/100]