Brasil, el recuerdo del éxito

“La historia se repite y nos recuerda a esas viejas películas rayadas, vistas una y otra vez”.

Precisión, imaginación, originalidad, el regate de Ronaldinho y las bicicletas de Ronaldo definen al fútbol brasileño mejor que cualquier enciclopedia. Dan igual los balones viejos, las redes rotas y las botas usadas. El fútbol brasileño es cultura, caracteriza al país tanto como la samba y el carnaval, es intrínseco. Los niños salen a la calle a imitar a sus ídolos, soñando con llegar a La Canarinha y al fútbol europeo, sin importar las condiciones adversas, pensando sólo en triunfar y disfrutar.

Hasta que llegan, hasta que deslumbran. Ronaldo, Pelé, Djalminha, Rivaldo, Roberto Carlos, Sócrates o Ronaldinho ocupan la lista interminable de futbolistas brasileños que nos han dejado embobados con su juego, como si estuviéramos observando al artista engendrando su obra. Ver jugar a estos hombres explica por qué el fútbol encandila a generaciones y generaciones, por qué un juego se ha convertido en un espectáculo capaz de poner a un país en vilo. El ejemplo más concluyente nos lo ofrece su selección, la más laureada de la historia, que tiene en su haber cinco mundiales, tres copas Confederaciones, doce distinciones de la FIFA a equipo del año y hasta un Premio Príncipe de Asturias de los Deportes.

Fuente: AFP

Pero no todo son éxitos, ya que por desgracia el fútbol brasileño comparte otra característica. Algunos de sus jugadores pasan de ser astros a ser olvidados por completo, como si tuvieran una estrella a pilas que poco a poco se oscureciera. Es el caso de Ronaldinho, que consiguió poner en pié al exigente público del Santiago Bernabéu, tras ser el principal artífice de las dos ligas y dos Supercopas de España consecutivas del F.C Barcelona en la temporada 2004-2005 y 2006-2007, sumando en esta última el título por excelencia, la Champions. Pero en el 2007 empezaron sus problemas físicos hasta que un año después y tras ochenta goles (que no está nada mal para un mediapunta) dejó el Barça rumbo a Milán, con un Balón de Oro en su poder ganado en 2005. Y, nunca más. Ahí se acabaron los “goldenages” de Ronaldinho, porque nunca deslumbró a la afición rossonera como hizo con la española, su magia se fue apagando poco a poco hasta consumirse de todo en el Flamengo. Actualmente juega en el Atlético Mineiro en el que demuestra pinceladas de su calidad pero muy lejos del juego de sus mejores etapas.

Él es un ejemplo de declive, pero no es el único, ya que no han tenido mucho mejor fin de carrera otros como Ronaldo o Adriano. Por otra parte tampoco la liga brasileña ofrece atisbos de mejora, el nivel que presenta hoy en día dista mucho de su fútbol de antaño.

Quizás sea el paso de la miseria al éxito que viven muchos futbolistas de Brasil el culpable de la caída de algunos de ellos, que se ven con el dinero que nunca han tenido y con la posibilidad de tener un estilo de vida jamás imaginado. Tampoco ayuda a Brasil que sus mejores jugadores sean fichados por clubes extranjeros con las arcas llenas. Ojalá las nuevas generaciones vuelvan a dejar al fútbol nacional en el puesto que se merece, pero de momento toca centrarse en el bipartidismo del fútbol actual, sin alternativa.