Benedictos y Canedas (dos poemas)
1. Carta a los paganos (sobre las ridículas preocupaciones de Ratzinger)
Devoto del credo de los inviernos,
adicto a la liturgia del ombligo,
a costa del apóstata bendigo
tu encíclica para curas modernos.
No hubo en el portal de Belén más cuernos
que los de José y su rol de testigo;
quizás fue Baltasar su íntimo amigo
o cualquiera de sus viejos subalternos.
La estrella fue siempre una supernova
y el Portal una libertina alcoba
para Herodes y pasantes y crupieres.
La flema de mi hereje pedanía
escupe y vilipendia cada día
a los Hamases y a los Simon Peres.
2. Las bondades de Caneda
Disculpen si seguimos indispuestos
por el boom de esta fama repentina;
de tocar tanta madera, la resina
contagió de ilusión nuestros supuestos.
Habituados a papeles modestos
(o al breve éxito de Terbutalina),
verán que la lógica dictamina
un brindis (y unos nuevos presupuestos).
Si hasta el Marca nos cita por completo,
¿qué más da que nos tilden de panfleto?
Su labor de difusión ahí se queda.
Resueltos en alegres acrobacias,
queremos, por supuesto, dar las gracias
a todos, y en especial, a Caneda.