Arquitectura en Compostela: CGAC y Bonaval
Tras el paseo por Rusia, volvemos a pisar tierra Compostelana. Y en esta segunda entrega de la serie “Arquitectura en Compostela” vamos a tratar de analizar y entender una de las grandes obras de la Arquitectura Contemporánea en Compostela: el Centro Galego de Arte Contemporáneo. Para ello es imprescindible analizar el objeto urbano que le da forma y lo define: el parque de Santo Domingo de Bonaval. Ambos proyectos responden al arquitecto portugués Álvaro Siza Vieira.
Es Álvaro Siza un arquitecto peculiar. Estamos hablando de uno de los grandes maestros de la contemporaneidad, un arquitecto por muchos considerado un referente y un genio (opinión que yo comparto). Y sin embargo, a pesar de todo el reconocimiento del que disfruta, es uno de los arquitectos más sencillos, puros, y normales del panorama actual. Ha sido galardonado con las más altas condecoraciones que se otorgan en el mundo de la arquitectura (Premio de Arquitectura Contemporánea Mies Van Der Rohe, Medalla de Oro RIBA, o Premio Pritzker, entre muchos otros). Valga la manida comparación del premio Pritzker con el Nobel, ciertamente es el máximo reconocimiento que puede recibir un arquitecto hoy en día.
Pasemos a hablar del arquitecto. Álvaro Siza es un arquitecto portugués, nacido en el año 1933 en Matosinhos, una localidad costera muy cercana a Porto, donde se ubica el Puerto de Leixoes (uno de los mayores puertos del país). En su juventud quiso ser escultor, aunque para contentar a su padre decidió estudiar Arquitectura. La influencia de esa decisión y ese gusto es considerable: su arquitectura es, muchas veces, una “escultura habitable”.
Tratar de caracterizar su arquitectura es muy complicado, básicamente porque el propio Álvaro Siza huye de esas caracterizaciones. Para él, la arquitectura surge del lugar y de los materiales, en una especie de conjunción entre la arquitectura de Alvar Aalto (arquitecto finlandés, quizás el cuarto Gran Maestro de la Arquitectura) que nacía del lugar, y la arquitectura de Louis Kahn (arquitecto americano de origen estonio, el quinto en discordia), que nacía del material. De hecho ocurre que en la obra de Siza podemos ver influencias de muchos arquitectos. Y este hecho es, de nuevo, fundamental en su obra. Álvaro Siza huye de la invención como solución totalmente novedosa. Su arquitectura es heredera de toda la arquitectura que fue antes que la suya, es un compendio de soluciones ya probadas a las que da forma y mejora, adaptándolas a las necesidades concretas del lugar. Quiero repetir ese concepto, por ser fundamental (y tan lírico): Lugar. La arquitectura de Siza es Lugar.
Sin embargo, lo que más puede caracterizar la obra de Álvaro Siza es su sencillez y humildad. Como dije antes, Siza es ganador del Pritzker y tiene el reconocimiento de la comunidad de arquitectos. Y a pesar de ello, es un arquitecto humilde (sí, eso existe) y tremendamente respetuoso. Creo que la forma más gráfica de ver ésto es con el siguiente vídeo.
Por lo visto, Siza es un ser humano. Es un hombre con gustos, inquietudes, que canta cuando trabaja, y no un Dios subido a un altar. Su arquitectura será, necesariamente, humana, con todo lo que ello conlleva. Conviene destacar un aspecto del vídeo de arriba: Siza es incapaz de proyectar sin un lápiz y un escalímetro. Y este hecho tan poco importante, aparentemente, es, de hecho, un reflejo directo de la humanidad de sus edificios: en todo momento Siza tiene en mente las dimensiones, controlando y manejando el espacio a su antojo. Todos los que se han enfrentado alguna vez a un proyecto arquitectónico saben de lo que estoy hablando. Lo más fácil cuando proyectamos es dibujar, sin escala, dejando que el lápiz fluya. Cuando empiezas a medir las cosas, te das cuenta de que los espacios son demasiado grandes, demasiado pequeños, demasiado altos, demasiado bajos, demasiado inconexos, demasiado informes… y eso no pasa si junto al lápiz tienes un escalímetro.
Entremos ahora en su obra, analizando brevemente dos edificios suyos (edificios que bien merecen sendos artículos para ellos solos): El Restaurante da Boa Nova, y las Piscinas municipales de Leça da Palmeira. Empezaremos, por supuesto, con el Restaurante da Boa Nova. Este pequeño restaurante es, para el que escribe, clave, dentro de la obra de Siza. El programa del restaurante es relativamente sencillo, desde luego es un programa tradicional. En Matosinhos, una zona con un paisaje tremendamente restrictivo, casi demoledor, se plantea la creación de un edificio pequeño, que tendrá la función de ser un restaurante o Salón de Té. Siza demuestra con este pequeño restaurante que para hacer buena arquitectura no hacen falta hacer grandes alardes estructurales, ni grandes volúmenes de geometrías complejas. El Boa Nova respeta el lugar, y, además de respetarlo, dialoga con él, de tal forma que ambos espacios son, en tanto que el otro está ahí.
Además, Siza demuestra una sensibilidad aplastante convirtiendo la arquitectura en poesía. Es el lirismo de Álvaro Siza, quizás, herencia de generaciones pasadas, quizás el carácter portugués (y gallego). Siza es capaz de crear el horizonte, de dibujarlo con un trazo fino a través de unas escaleras, juega con su esencia a través de ventanales y lucernarios, y vigas, y vuelos en cubierta, y la escalera.
Lugar, decíamos antes, la arquitectura de Siza es Lugar. El juego de la escalera con el horizonte es poesía en piedra y hormigón. No hay barandilla que distorsione el marco, sólo hay tres elementos: la escalera, el horizonte, y el hombre. Este juego sublime surge en el mismo instante en que Louis Kahn dibuja, ya no sólo el horizonte, si no el horizonte al atardecer, en su genial Salk Institute, en La Jolla. Dos maestros con una misma idea: hacer de su arquitectura, poesía.
La siguiente parada en nuestra particular aproximación al CGAC y al parque de Bonaval la hacemos a escasos 1200 metros del Restaurante Boa Nova: las piscinas de Leça da Palmeira. El programa es, de nuevo, muy escueto y reducido: dos piscinas (una para adultos y otra para niños), unos vestuarios, baño y cafetería. La parcela se encuentra ubicada en la playa de Leça da Palmeira, bajo la Avenida da Liberdade. Así, Siza aprovecha el desnivel para hacer desaparecer el volumen edificado, que queda contenido a cota inferior a la de la Avenida. Una vez allí, sólo encuentras las piscinas si las estás buscando.
En cuanto al volumen edificado propiamente dicho, empieza a intuirse el gusto de Siza por las rampas. Todo el volumen se compone de rampas, que, mediante un recorrido casi procesional llevan a los bañistas del espacio de convivencia agresiva con los coches, al lugar de reposo y tranquilidad de la piscina. Y todo ello mediante una serie de muros y cubiertas de hormigón de gran dureza visual, pero discretos, casi tímidos.
Tras ver estas dos obras de Siza, podemos entrar a analizar el CGAC, así como el parque de Bonaval. El complejo se ubica en una zona arquitectónicamente conflictiva: el límite de la ciudad histórica. Para complejizar aún más el problema, la parcela está retrasada con respecto a la carretera principal, y queda a escasos metros del antiguo Convento de Santo Domingo de Bonaval (hoy Museo do Pobo Galego). De hecho, la parcela del CGAC es la antigua huerta del convento.
Quisiera empezar hablando del parque de Santo Domingo de Bonaval, por la trascendencia que tiene en el edificio que lo acompaña. Es curioso como muy poca gente es conocedora de que el parque es obra de Álvaro Siza, junto con Isabel Aguirre (reconocida paisajista, profesora de la UDC, y autora de multitud de proyectos paisajísticos). Pocas veces nos paramos a pensar que los parques en las ciudades suelen responder a un proyecto arquitectónico. En este caso, dicho proyecto es discreto y está perfectamente ejecutado.
El parque tiene que salvar una topografía particularmente compleja. Por ello, se divide en tres alturas, en forma de terrazas (solución tradicional en Galicia), separadas por muros de esquisto (roca laminar especialmente resistente, utilizada durante siglos en cimientos y obras de ingeniería civil, y la roca más abundante en el suelo de Compostela).
La primera altura, el acceso inferior, formaba parte en su momento de la huerta del convento. De hecho, esta zona del parque se concibe como una continuación del interior del edificio, un nuevo marco, un nuevo fondo perspectivo.
Aquí encontramos una escultura que, de nuevo, intenta no llamar la atención. Se trata de “A Porta da Música”, y su autor es Eduardo Chillida. La próxima vez que el lector se dé un paseo por este maravilloso parque, no puede olvidarse de rodear la escultura para contemplar, entre las dos “jambas” de la puerta, las dos torres de la Catedral de Santiago. Si el viento decide acompañarle, descubrirá que no sólo enmarca la catedral, sino que la escultura, al pasar el viento a su través, toca una particular melodía.
Subiendo por el parque llegamos a la altura intermedia, justo encima del cementerio. Creo que muchos coincidirán conmigo en que este lugar es casi mágico. Desde luego, es la mejor perspectiva que se puede contemplar de Compostela, un marco incomparable, lugar de reposo, alejado de las imposiciones de lo urbano. Un poco más arriba hay un pequeño robledal, perfecto para pasear en esta época del año, quizás para hacer un poco de introspección, quizás para desconectar del todo de la vida real. Siza respetó un pequeño lavadero que estaba ubicado allí, sin darle protagonismo, dejando que el paso del tiempo se viese reflejado en sus piedras. El parque de Bonaval es, por todo ello, un lugar de reposo, el pulmón de la ciudad, un espacio tranquilo. Si en New York tienen Central Park, en Londres Hyde Park, o en Berlín Tiergarten, en Compostela tenemos Bonaval.
Ha llegado el momento de entrar a analizar el CGAC, tras entender un poco mejor el parque de Bonaval, pero antes, me gustaría recordarle al lector que en Leça da Palmeira las rampas jugaban un papel fundamental (y en otros muchos edificios de Siza). En efecto, en el parque de Bonaval las transiciones entre los espacios se realizan mediante rampas, en una especie de camino procesional que nos obliga a ver diferentes ambientes, y contemplar perspectivas de la ciudad que, de otra forma, jamás contemplaríamos. Y este hecho es determinante en la concepción del edificio. El propio Siza, al hablar de la relación entre el parque y el edificio, decía lo siguiente:
Aquello es un jardín que sube escalonado, y hay marcas de las vías de acceso. Entonces, en función del nuevo uso del jardín, un jardín público, surgió la idea de subir por rampas y también por la escalera, una especie de zigzag que recorre el jardín… Si nos fijamos en el museo también la entrada está en zigzag, va subiendo y termina en la azotea. Por todo ello hay una enorme influencia del jardín en la propia organización del museo
El tratamiento exterior del edificio tiene una base teórica bastante potente. Las manzanas en Santiago son de poca altura y gran superficie, y el planeamiento de Compostela así lo exige. Siza aprovecha esa restricción para crear un volumen acentuadamente horizontal, eliminando cualquier tipo de abertura en fachada, y colocando las losas de fachada horizontalmente. El único hueco que aparece al exterior es el acceso mediante la rampa y las escaleras. Además, la planeidad de la fachada es una clara oposición a las fachadas compostelanas, mucho más elaboradas, en un intento de Siza por no competir con el patrimonio existente.
Debido a la forma triangular de la parcela, el interior se genera en torno a un eje central, abriéndose los diferentes espacios en forma de abanico. Las salas tienen iluminación cenital, y Siza juega con dobles alturas y volumetrías simples al interior, generando espacios muy ricos y tremendamente agradables a la hora de contemplar el arte expuesto. No deja de llamar la atención el hecho de que las dobles alturas del CGAC mantienen una escala humana, en contraposición con las dobles y triples alturas de la Cidade da Cultura, que lejos de ser agradables, llegan a generar desasosiego en el visitante.
Las instalaciones del edificio merecen mención aparte. ¿Acaso el visitante percibe en algún momento grandes instalaciones de aire acondicionado? Siza, con gran maestría, ubica las salidas de aire en la parte inferior de los tabiques. Así consigue tres cosas. Por una parte, la superficie de ventilación es mucho mayor que con sistemas tradicionales, ganando en confort al no haber molestos ruidos o corrientes de aire. Además, al estar ubicadas en la parte inferior, la sensación térmica del visitante es mucho más agradable que con las entradas superiores, ya que el aire más frío se queda abajo, calentándose poco a poco a medida que asciende, y generando corrientes de convección muy suaves. Incluso al eliminar el rodapié se elimina un elemento que tradicionalmente sufre mucho desgaste con la limpieza. Por otro lado, conceptualmente, la desmaterialización del tabique en la parte inferior da una sensación de ligereza que elimina la rotundidad del espacio, muchas veces, abrumador.
Ya para terminar, hablemos de la terraza. Aunque hoy en día está cerrada al público, era, en origen, un elemento de proyecto fundamental. Está concebida como un espacio en el que realizar exposiciones temporales, además de servir como un segundo mirador desde el que contemplar Compostela. Cabe destacar que, en su momento, fue el único edificio con una cubierta transitable (de acceso público), ya que el planeamiento sólo contemplaba la posibilidad de hacer cubiertas de teja a dos aguas. Aún hoy en día es difícil encontrar más de 15 o 20 edificios en Compostela que no sean de teja, y no hay más de 5 o 6 con cubierta plana.
Me gusta pensar en la arquitectura de Siza como la arquitectura del susurro. Es una arquitectura paciente y discreta, suave y delicada. No busca llamar la atención si no es necesario. No distrae, no quiere asumir un papel protagonista. Es cálida y humana, acogedora. Resuelve problemas sin generar otros mayores. No hace grandes alardes, no tiene grandes pretensiones. Es, en definitiva, una arquitectura pensada por y para el hombre.