A Fantastic Fear of Everything, terror cómico sin pretensiones

A lo largo de la historia del cine son innumerables los ejemplos de películas que se sirven del clásico personaje de escritor que, debido a su trabajo, sucumbe a su propia paranoia, cayendo en la locura y viéndose rodeado de un ambiente cuanto menos peculiar, en muchos casos fruto de su propia imaginación: desde la genial El resplandor, de Stanley Kubrick, hasta La ventana secreta, de David Koepp (ambas basadas en sendas novelas de Stephen King).

A Fantastic Fear of Everything, aun sin fecha de estreno en España, pero que se pudo ver en la pasada edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges, se suma a la inabarcable lista de películas protagonizadas por escritores que pierden la cabeza. La cinta supone la primera incursión en el mundo del largometraje de los británicos Crispian Mills y Chris Hopewell. El primero, conocido por ser el líder del famoso grupo Kula Shaker, además de codirigir, es también el autor del guión, tomando como punto de partida Paranoia en la lavandería, de Bruce Robinson. Por su parte, Hopewell tiene una larga trayectoria como realizador de vídeos musicales y ha trabajado para grupos de la talla de Radiohead, The Killers, Franz Ferdinand o The Offspring.

La película arranca con un plano de un ojo que parece extraído de Psicosis, de Alfred Hitchcock. Pero ahí no acabarán las referencias al maestro del suspense, supongo que en un intencionado guiño por parte de los directores a su compatriota: desde una cortina de ducha acuchillada, a la imagen de una abuela sentada de espaldas en una silla que nos recuerda, inevitablemente, a la señora madre de Norman Bates. A continuación, se nos muestra al genial Simon Pegg (Zombies Party, Spaced) encarnando a Jack, el protagonista, un escritor con los nervios de punta a causa de su reciente investigación sobre asesinos en serie para un guión en el que está trabajando. Partiendo de esta premisa, la película pretende mezclar humor y terror, aunque lo cierto es que lo único que consigue es, a medida que avanza la historia, aburrir más y más al espectador.

Si bien es cierto que técnicamente está muy bien realizada, con una elección de planos muy acertada, una fotografía impecable -a cargo de Simon Chaudoir- y un diseño de arte muy cuidado y elaborado (la casa en la que vive Jack está fantásticamente ambientada), además de contar con unas escenas de animación hechas con gran solvencia, el guión pierde fuelle a medida que transcurre el metraje. Da la sensación de que Mills tenía en mente una serie de situaciones que quería plasmar, algunas cómicas, otras terroríficas, pero que no supo muy bien cómo hilvanarlas, produciendo como resultado una serie de gags encadenados sin mayor acierto.

Además, la película abusa de los momentos musicales para intentar ganarse al espectador provocando la risa: Simon Pegg demostrando sus dotes para el gangsta rap cantando para motivarse y vencer el miedo, o saliendo a la calle caminando a ritmo de Ice Cube; por no hablar del momento The Final Countdown, quizás el más surrealista de la cinta. No es de extrañar, por otro lado, teniendo en cuenta los orígenes musicales del dueto de directores.

A Fantastic Fear of Everything, primer proyecto dentro de una nueva iniciativa de Pinewood Studios  para apoyar producciones británicas de bajo presupuesto, es una película que intenta aunar terror con comedia y cuyo resultado no acaba de asustar, ni termina de hacer gracia. Pero no desesperemos, si en su próximo trabajo, tanto Mills como Hopewell, ya sea formando tándem o por separado, cuidan tanto el guión como han cuidado en esta ocasión los aspectos técnicos y visuales, es más que probable que obtengan un resultado de mayor calidad para el disfrute de los espectadores.