Un poco más nuevo, un poco antes de lo necesario

Vertedero tecnológico en Ghana

¿Qué hacer cuando se estropea un producto? Con esta simple pregunta comienza el documental Obsolescencia programada: comprar, tirar, comprar. La avería de una impresora doméstica sirve como hilo conductor de una historia de producción, despilfarro y -no todo va a ser apocalíptico- voluntad de cambiar las cosas.

Cuando Marcos, el protagonista y un hombre tan normal como tú y como yo, intenta averiguar como arreglar su querida impresora, se encuentra con una respuesta muy poco esperanzadora: “compra otra, total, te sale más barato eso que arreglarla”. Lo ¿lógico?, comprar otra y fin de la historia. Pero Marcos decide ir un poco más allá.

Así, nos embarcamos en una historia que gira alrededor de dos palabras clave: obsolescencia programada, o “el deseo del consumidor de poseer algo un poco más nuevo, un poco antes de lo necesario”.

Fue en los años veinte cuando los fabricantes empezaron a acortar a propósito la vida de los productos con el objetivo de estimular las ventas. Algo que suena tan simple toma enormes y tétricas consecuencias cuando se pone en práctica de forma masiva. El espectador descubre, por ejemplo, el gran “cártel de la luz”, una sociedad secreta de la que formaban parte las principales empresas productoras de bombillas del mundo y que tenía como objetivo principal controlar que la vida útil de las bombillas no sobrepasase las mil horas (llegan a crear el “Comité de las mil horas de vida”, por muy de malos de película barata que suene, fue así). Lo mismo sucedía -y sucede- con productos tan básicos como las medias, sector en el que las empresas llegaron a contratar ingenieros para que ideasen tejidos que se debilitasen con el paso de un determinado tiempo.

Mientras tanto, Marcos no se da por vencido, y encuentra en la red múltiples respuestas a su petición: quiere arreglar la impresora por sí mismo. En internet existe un ejército de anónimos soldados que luchan contra la obsolescencia programada intercambiando tutoriales y recomendaciones para arreglar los productos por uno mismo.

Tras el gran crecimiento post Segunda Guerra Mundial, caldo de cultivo perfecto para la tremenda expansión de la obsolescencia programada, llegamos al final del siglo veinte y comienzos de nuestra era. Y el sueño dorado del consumismo comienza a hacer aguas, concretamente, “aguas ecológicas”. Obviamente, si la primera fase es comprar, la segunda será tirar. La cuestión es donde, y la respuesta de lo menos original: en el gran vertedero del mundo moderno, África. Grandes extensiones naturales cubiertas por completo de basura tecnológica que se vende a los habitantes como “la donación de los países del primer mundo para contribuir a su avance”. Es el fin de un camino y también el principio de otro, el que debería hacer de este siglo el renovador de la política energética, el consumo y el reciclaje útil.

No todo son malas noticias, también hay tiempo para casos esperanzadores. Las declaraciones de Warner Philips, biznieto de los fundadores de Philips (empresa que perteneció al “cártel de la luz”) son un ejemplo de esto. En sus intervenciones, demuestra que la sostenibilidad es posible y lo ejemplifica con la política de su compañía, que ha retomado los principios de producción basados en la explotación de las características del producto y no en la explotación del bolsillo del consumidor.

Un documental claro, sin miedo a decir lo que muchos no quieren escuchar y que sabe transmitir de forma sencilla grandes ideas. A través de un paralelismo entre un caso particular y el devenir industrial de un siglo, el espectador puede tomar conciencia sobre una realidad incómoda para muchas empresas y gobiernos.

 Obsolescencia programada: comprar, tirar comprar está dirigido por Cosima Dannoritzer y producido por Arte France, Televisión Española y Televisión de Catalunya en el año 2012.