Superviviente
Tender Branson trabaja limpiando y dando clases de etiqueta para un matrimonio millonario. Tiene un apartamento asqueroso, un pez de colores y una asistente social a la que ver cada poco tiempo. También tiene una línea de ayuda para suicidas en la que dice a cualquiera que llama que lo mejor que puede hacer es matarse. Como se mató toda su familia hace diez años, con el resto de miembros de la secta religiosa a la que Tender pertenecía, la Iglesia del Credo, dejándolo como último superviviente. Esta es la vida de Tender, y la vive como puede. Hasta que un día conoce a Fertility Hollis y las cosas comienzan a desmadrarse. Y viendo que Tender comienza a contar su historia a la caja negra de un avión que secuestra y va a estrellar, parece que, efectivamente, las cosas se desmadran bastante.
Si en esta novela de Chuck Palanihuk esperas encontrar héroes, ideales, lecciones de bondad y final feliz, mellor non a leas. Es desagradable, los personajes son unos inadaptados y la única lección que se puede sacar de provecho es un catálogo de consejos de limpieza que pueden ser muy útiles en un piso de estudiantes. Entonces, ¿por qué engancha?
Para empezar, que una historia comience en un avión a punto de estrellarse, como mínimo llama la atención. Además, sus protagonistas tienen ese punto entrañable que hace esperar que les vaya bien las cosas, y mientras no sea así, uno sigue leyendo. Pero lo que más engancha es la capacidad que tiene de reírse de todo, incluso de lo que no tiene ninguna gracia. El libro es, en una palabra, incómodo, pero su autor sabe cuánta razón tenía Billy Wilder cuando decía aquello de si quieres decir la verdad, sé divertido o te matarán. No solo ironiza sobre una sociedad capaz de crear un mesias de un hombre que predice el futuro por televisión y sobre unos medios de comunicación que solo piensan en sacar dinero de donde pueden y para los qué la única diferencia entre suicidio y martirio es la cobertura mediática. También sobre que vivir es absurdo, y que la muerte está ahí y que lo más probable es que después no haya nada, y si lo hay nada te garantiza que vaya a ser bueno. Por eso lo mejor es tomárselo con humor, porque el chiste siempre acaba de la misma forma: da igual quién seas, cómo seas, qué hayas hecho y qué decisiones hayas tomado, que hayas sido bueno o malo, que a la hora de la verdad todos somos lo mismo: un fiambre.