Patentes farmacéuticas: el problema real de la pobreza sanitaria.
¿Sabíais que en la actualidad un tercio de la población mundial no tiene acceso a medicamentos esenciales de calidad?
¿Sabíais que el 14% de la población más rica del planeta consume el 80% de los fármacos que se producen?
¿Sabíais que uno de cada seis menores de 5 años muere por enfermedades que se podrían prevenir con una vacuna o antibiótico?
Pues bien, esta importante desigualdad en algo tan necesario como es la salud es lo que viene preocupando desde hace años a todo un conjunto de organizaciones, como Farmamundi, Farmacéuticos Sin Fronteras, y por supuesto a la Organización Mundial de la Salud.
Como sabreis, las encargadas de la investigación para el desarrollo de nuevos medicamentos, y mejora de los anteriores son las Industrias Farmacéuticas. Tales industrias, invierten una cantidad de dinero para la realización la investigación, incluyéndose en ella, las mejores formas farmacéuticas y el mejor atractivo para el público.
Después del desarrollo de este nuevo medicamento, antes de salir al mercado, se genera la patente. Esta patente, permite a la industria farmacéutica la implantación del precio que les parezca oportuno para la rentabilidad de todo ese proceso de investigación.
Cierto es, que todas las empresas e industrias del mundo (sean pequeñas o grandes, textiles o alimentarias, sociedades anónimas o limitadas…) buscan sacar un beneficio de sus actividades o de sus ventas. Pero no son demasiados 20 años vendiendo un producto a un precio exagerado para su rentabilidad cuando ese producto es imprescindible para el tratamiento de diversas enfermedades? Pues bien, he aquí el problema de las patentes farmacéuticas.
Las farmacéuticas son uno de los sectores más sediento de ganancias y uno de los más desprovistos de escrúpulos para obtenerlas.
Un ejemplo de este ímpetu por ganar dinero a costa de los medicamentos es lo que se dio en el laboratorio Roche, cuando en 1999 sacó al mercado el famoso Tamiflú, obtenido del anís estrellado, un antigripal de última generación. Este medicamento no generaba unas ganancias espectaculares en el momento de su lanzamiento, hasta el año 2005, cuando explotó la supuesta pandemia de gripe aviar. Dicho Tamiflú, se calificó como el más activo frente a la influenza aviar lo que provocó que sus ventas crecieran en un 260%, por más de 500 millones de dólares. Roche, con la rápida subida de ventas de Tamiflú no era capaz de la producción de tanto producto para cubrir la gran demanda, pero se negaron a ceder la patente ya que si así fuera, otras industrias farmacéuticas podrían copiar el medicamento y beneficiarse sin pagar por su licencia.
Al final, Roche compartió su patente; no por pensar que así sería mejor para salud mundial, si no por una “amenaza” del senador demócrata estadounidense Charles Schumer, en la cual suspendería los derechos exclusivos de Roche.
Según la OMS, 265 de los 270 medicamentos indispensables son generalizables, pero en esta lista no están los antivirales utilizados en el tratamiento del VIH, puesto que las patentes todavía siguen vigentes. Los precios impuestos sobre estos medicamentos son inalcanzables para los países subdesarrollados, lo que nos lleva a la escalofriante cifra de 3 millones de muertes por VIH en África al año, cuando aquí, en nuestro país, el sida es una enfermedad, que se ha conseguido cronificar.
Frente a este desolador panorama, Sudáfrica autorizó en 1997 la producción local de antivirales para el sida y la importación a bajo precio de genéricos. Treinta y nueve de los más grandes laboratorios denunciaron entonces al país africano por violación de los acuerdos internacionales.
No quiero decir con todo esto, que la dificultad de adquisición de medicamentos para los países pobres sea exclusivamente culpa de los laboratorios farmacéuticos, ya que hay otros factores causantes de esto, como la sociedad de consumo en la que vivimos. .
Es indudable la contribución de la industria en la I+D+i (investigación, desarrollo, innovación) para los tratamientos y nuevos fármacos, pero es también un hecho constatable que son las reglas del mercado las que rigen la dirección de esta investigación, destinándose en muchos casos partidas económicas mayores a publicidad y marketing que a la propia I+D. Gracias a nuestra compra compulsiva de productos cosméticos la industria farmacéutica invierte mucho más dinero para su producción y publicidad que para la investigación en tratamientos para la malaria o la tuberculosis.
El director del programa de Secretariado de Innovación y Propiedad Intelectual de la OMS, Germán Velásquez, denunció que el sistema de patente de los medicamentos se usa “de forma irresponsable”, y esto impide que se pueda hacer uso por terceros de la tecnología patentada más tiempo del permitido. Velásquez participó en el año 2009 en Valencia en las jornadas internacionales “Esenciales para la vida”, organizadas por Farmacéuticos Mundi con el objetivo de informar sobre el acceso a medicamentos en países en vías de desarrollo.
En estas jornadas, Velásquez denunció, que cuando la patente de un medicamento va a caducar, los laboratorios realizan pequeños cambios, y vuelven a patentarlo. De esta manera el laboratorio sigue teniendo la exclusividad sobre el medicamento durante 20 años más, obteniendo el monopolio y la posibilidad de poner un precio que no pueden alcanzar los países en desarrollo.
En Octubre de 2011, Farmamundi presentó un estudio que se basó en entrevistar a profesionales farmacéuticos, estudiantes de farmacia, a la industria farmacéutica, las administraciones públicas y varios expertos internacionales. Con este proyecto, Farmamundi desarrollará nuevas estrategias de sensibilización, enfocadas a cada uno de los grupos encuestados.
Este informe llamado “Acceso a medicamentos esenciales a nivel internacional: conocimiento, posicionamiento y participación de sectores clave” revela que la sociedad española no considera el acceso a los medicamentos esenciales (AME) como un derecho fundamental a nivel internacional.
Entre las conclusiones obtenidas con este estudio, una de las más llamativas es la de que tanto los farmacéuticos como los estudiantes de farmacia consideran limitado el papel que ellos como colectivo pueden desempeñar para mejorar el AME.
Debo hacer un llamamiento especial a los estudiantes de salud, así como a los profesionales sanitarios, de forma que tengamos clara la importancia de poder acceder a tiempo a tratamientos de calidad, y sobretodo saber que nuestra labor es crucial a la hora de sensibilizar al resto de la población.
No debemos caer en el error de que nuestra participación en el AME no tiene incidencia, puesto que tenemos en nuestras manos el futuro. Con nuestros conocimientos debemos eliminar las barreras que existen en este problema, como los precios elevados y la falta de un sistema sanitario que cubra el tratamiento de las diferentes enfermedades, pero para ello, lo primero es que nosotros mismo nos concienciemos del mal uso que se les da a los medicamentos en la actualidad.