Looper (O como la originalidad no nos importa)
Hace un par de semanas oí hablar de Looper en la radio. Va a crear escuela, decía un locutor. Va por el camino de convertirse en el Origen del 2012, coincidía otro. Una película que en poco tiempo generará culto, intervenía un tercero.
Si normalmente suelo ser reacia a reconocer tan generosamente los méritos de una película, cuando la vi presentada como el Lo que el viento se llevó de la ciencia ficción actual me predispuso en contra de Looper, y muy firmemente. Tanto que me cuesta reconocer su calidad aun después de haber comprobado cómo ha resultado ser una de las pocas películas del año que realmente merecen la pena (aunque Blancanieves y el cazador no dejó el listón muy alto; ¿en serio van a seguir dejando trabajar a a Kristen Stewart?)
¿Pero qué ha sido además de los chicles lo que me ha dejado pegada a la butaca? No ha sido la originalidad de la idea, eso seguro. Los viajes en el tiempo, con su paradoja temporal, los recuerdos cambiantes del protagonista según lo que haga su yo del pasado y todas esas gaitas están bien y siempre van a gustar a los adolescentes frikis (y a los no tan adolescentes y no tan frikis). Pero ya está hecho.
El futuro distópico es una apuesta segura, y da una apariencia de metáfora política que ni George Orwell, a los modernos intelectuales gafapastosos se les va a caer la baba. Les resultará muy indie y discutirán sobre ella mientras se toman su coffee del starbucks. Pero también está más que hecho.
Si añades a esto dos actores jovenzuelos y potentorros, aunque competentes, como Emily Blunt y Joseph Gordon-Levitt, los quinceañeros van a dejar sus wii y sus libros de Federico Moccia para gastarse los 6 euracos de entrada. Sumando una pizca de Bruce Willis pegando tiros como en sus mejores tiempos, dosis de sangre bien administrada y unos efectos especiales más que dignos, te sale un cóctel cinematográfico ganador. Pero ya estamos hasta los…narices de películas cuyo interés está sólo en tener en cartel al actor con mejor tableta matando gente y llevándose a la chica.
¿Entonces qué? Un ritmo perfecto que nunca decae, un sentido del humor negro y un tanto extraño, un estilo visual original e impecable pero no pedante.
¿Es de una originalidad arrolladora? No, pero como no podemos pedir a toda peli sci-fi que se estrene que sea una innovación fuera de serie y que nos deje durante horas balanceándonos en un rincón como cuando vimos el final de 12 monos, más vale que procuremos ver la calidad que pueda tener más allá de la novedad (o no) del planteamiento. Y si no, no tenemos más que recordar In time, que con una idea de partida tan manida como la de Looper, logró que me alegrara por no haber pagado por ir a verla.
¿Queréis mi opinión? Sí, porque estáis leyendo esto. Looper no va a crear escuela. Pero diré de ella algo que cada vez digo menos: no he desperdiciado dos horas de mi vida.