Black Mirror

Después de meter a un grupo de zombies en un plató de Gran Hermano como hizo en Dead Set, parecía que a Charlie Brooker se le tenía que haber quedado la cabeza descansada. Pero las ganas de provocar dieron para más, y a finales del año pasado nos encontramos con Black Mirror, tan bizarra y paranoica como aquello de los zombies.

Black Mirror es una miniserie de tres episodios de aproximadamente una hora. Cada uno es una historia independiente, sin relación de continuidad y con un reparto, ambiente y situaciones diferentes. El nexo: la tecnología hoy, cómo nos afecta y cómo nos dejamos llevar por ella. Con tres ejemplos se plantea la posibilidad de hasta donde se podría llegar de seguir este ritmo, y el espectáculo no es alentador.

El primer episodio ya empieza fuerte: en los cinco primeros minutos un secuestrados anuncia que ha secuestrado a la Princesa Susannah y que para que siga viva el Primer Ministro británico va a tener que tener relaciones sexuales con un cerdo, en vivo, y tiene que ser retransmitido a todo el mundo. Si eso son los cinco primeros minutos, como para pensar en los cinco últimos.

En el segundo, en una realidad como la del Mundo Feliz de Huxley, las personas se organizan en grupos con tareas determinadas que cumplir. Los protagonistas de la historia tienen como actividad pedalear en bicicletas estáticas constantemente. Esto les permite conseguir créditos para comprar bienes virtuales, o poder participar en un programa de talentos tipo Factor X.

En el último, cada persona tiene un dispositivo insertado mediante el que puede controlar su memoria. Volver a ver recuerdos, detallar su contenido, e incluso borrarlos. Vivencias buenas y malas, al alcance de cada uno y del que las necesite.

La serie es retorcida y paranoica, pone de los nervios y llega a ser desagradable, porque el futuro que pinta parece muy cercano, y nada apetecible. En palabras de Brooker, su creador, la serie pretende plantear que, si las nuevas tecnologías son una droga, y parece que es así, cuáles son sus efectos secundarios. El título hace referencia a que, ahora mismo, miremos donde miremos, vamos a encontrar un ordenador, televisor, tablet o smartphone con su monitor, su black mirror.