De informativos y confianza
Hoy, esta noche, este día, o cuando estéis leyendo esto, os pido que me permitáis esta pequeña dosis de primera persona. Quiero arriesgarme a algo de lo que todo el mundo tiene cierto miedo, un pequeño reparo. Y es lógico, natural, la reticencia a “que nadie le importe lo que yo pienso” Pero a veces es necesario dar un pequeño paso, es hasta sano. Total, al fin y al cabo, y como se suele decir: “la x de cerrar la ventana es tan tentadora…”, siempre a tiempo ¿no?
Hace unos días me senté en el sofá de mi casa, frente al televisor. Se trataba de distraer el hambre mientras la pasta terminaba de hervir sobre el fogón. Y lo cierto es que encontré un entretenimiento. La cuestión es el cariz que se le dé a la palabra entretenimiento. Frente a mí, el informativo de un canal cualquiera, uno de esos privado, ¿acaso importa cuál?. Yo observaba la cadencia entre busto parlante e imágenes que se repetía como un metrónomo. Igual de perfecto, igual de medido. Igual de aburrido. Aún así, no pude evitar sumergirme lentamente en las noticias, en lo que estaban tratando de contarme.
Las agencias de calificación han rebajado la nota de España a bono basura ¿en serio? ¿bono basura? Pero, ¿qué clase de calificación es esa? Por un momento fui osado, esperé una explicación, que alguien dijese lo que significaba aquella categoría. Pero no. Mejor completar la información volcando sin piedad las declaraciones de miembros de un gobierno que le echan la culpa a las aspiraciones soberanistas de determinados pueblos. La culpa, de los otros. Siempre. Y sin explicaciones, no vaya a ser que alguien despierte. Mejor españolizar y listo.
Me quedé hasta el final del informativo, lo reconozco. La pasta se hinchaba y crecía de forma peligrosa en la tartera, pero yo estaba prendado del televisor. Prendado de dos cosas: de una sociedad que parece volverse loca por momentos y de unos medios que en vez de tratar de entender y sanar al loco, amplifican sus gritos hasta que se vuelven omnipresentes. Una de las noticias del bloque final (!!!) hacía estremecerse. Se trataba del sorteo de 60 plazas para un trabajo de un mes pagado con un salario cercano al mínimo. Había cientos de personas, llantos y desilusiones. Pero eso, para el informativo, era solo un murmullo. Esperemos que no fuese de sociedad moribunda.
Sin embargo, ayer, cuando estaba sentado en el Auditorio de la Facultad de Ciencias de Comunicación junto a algunos de los que ahora estaréis leyendo esto, pensaba en que no está todo perdido. Porque es propio del ser humano desafiarse, por mucho que cueste, aunque no reporte nada. Mientras se desgranaban ante mí discursos a cada cual más esperanzador, me entusiasmaba poco a poco viendo como los primeros pasos de ComposTimes eran ilusionantes e ilusionaban. Por mucho que todo a nuestro alrededor grite que vamos en dirección contraria, sabemos que estamos haciendo lo correcto. Y tenemos ganas de hacerlo. Las mismas que han conseguido contagiarnos los dos locos que un día concibieron esto y nos pidieron que confiásemos para poder remar en una misma dirección. En fin, ya hemos llegado, y estamos aquí para quedarnos. Para vosotros, para los que pensáis como nosotros, y para los que no. Para quien quiera confiar en que se puede hacer mejor.
Y, sobre todo, gracias. De parte de una de esas cincuenta y pico líneas editoriales.