American Horror Story
Había una vez dos señores llamados Ryan Murphy y Brad Falchuck que crearon una serie de estudiantes que cantaban y bailaban a la que llamaron Glee. Pero en la creación de esta serie algo les tuvo que pasar, porque lo siguiente que sabemos es que deciden dejar los colores y las piruletas para crear American Horror Story.
La primera temporada nos presentaba a los Harmon, una familia que se muda a una nueva casa a empezar una nueva vida. Efectivamente, una nueva vida la empiezan, pero para nada de la forma que se esperaban. Que si la casa forma parte de un tour turístico de los lugares más terroríficos de la ciudad, que si andan por ahí dos gemelos que parecen salidos de El Resplandor, que si la asistenta parece la de Los Otros, que si la obsesión de la vecina con un embarazo es digna de La Semilla del Diablo… entre la casa, y la gente tan original que no deja de pasar por ella, la familia Harmon se va poniendo cada vez más de los nervios. Y el espectador también.
Esta serie de FX acaba de estrenar su segunda temporada, y pinta que va a dar tanto o más miedo y asco que la primera. Esta vez nos encontramos en un asilo para enfermos mentales en los años sesenta que utiliza unas prácticas muy poco ortodoxas para tratar a sus pacientes, que, todo sea dicho, también son muy poco ortodoxos. Antes del estreno, casi cada día se publicaron teasers, trailers y demás, para hacer que a los que no conocían la serie les picase la curiosidad, y para que los que ya esperábamos la segunda temporada nos quedásemos sin uñas. Este tipo de iniciativas tienen un problema, y es que o el primer capítulo después de toda la promoción es espectacular, o puede ser muy decepcionante y hacer que mucha gente se desenganche. En este caso, cumplió las expectativas: el asco, tensión, desmembramientos y carne cruda que se prometía en los videos promocionales están más que de sobra en el primer capítulo. A ver si los siguientes cumplen.
Lo que enganchaba de la primera temporada, y la segunda tiene pinta de ir por el mismo camino, es que los personajes y situaciones no tienen mucho sentido. No es una serie que se siga porque plantee un misterio y se espera que se resuelva en el último capítulo sino porque al no tener sentido, la pregunta que te haces no es “quien es el asesino” o “como se va a resolver el misterio”. Lo que no dejas de preguntarte es con qué va a sorprenderte ahora.