¿A quién le importa El Papus?

El edificio Luminor, en el número 77 de la calle Tallers, en Barcelona, fue durante más de diez años la sede de la revista satírica El Papus. Hoy en día, sin embargo, parece un edificio abandonado. Los pasillos de sus cinco plantas están desiertos. A ambos lados de los largos corredores numerosas puertas, cerradas a cal y canto, indican el nombre de abogados, corredores de seguros e, incluso, dentistas.

Por fuera el aspecto no es mucho mejor. Las ventanas rotas y las pintadas en su fachada dan al inmueble un aire lúgubre y fantasmal. La única señal de vida que se aprecia es el portero que trabaja en la planta baja. Al pasar a su lado, y ver cómo leía un cómic en su ordenador portátil, no pude evitar preguntarle acerca de El Papus y el trágico atentado que la sede de la revista sufrió a finales de la década de los setenta. Su primera respuesta fue un encogimiento de hombros. A continuación, respondió a mi pregunta con otra pregunta: “¿A quién le importa El Papus?”

Hacía apenas dos años que Franco había muerto, por lo que España era un país convulso cuando el 20 de septiembre de 1977 un artefacto explotó en la sede de El Papus. Prueba de ello es que en enero de ese mismo año tuvo lugar la conocida como Matanza de Atocha, un acto terrorista perpetrado por activistas de la extrema derecha que se cobró la vida de cinco personas. La revista, nacida en octubre del año 73,  fue suspendida por cuatro meses en dos ocasiones, en 1975 y al año siguiente. Habían recibido, además, numerosas amenazas por parte de la ultraderecha española mediante pintadas, cartas anónimas y llamadas intimidatorias, así que su humor ácido debía de estar tocando la fibra sensible de uno de los sectores más radicales del país.

Portada de La Vanguardia el día después del atentado

Portada de La Vanguardia el día después del atentado

Xavier de Echarri y Óscar Nebreda fueron los principales impulsores de El Papus, una revista “satírica y neurasténica”, según sus propia definición, considerada uno de los principales exponentes de lo que se conoce como el boom del cómic adulto en España, que tuvo lugar desde finales de los sesenta hasta mediados de los ochenta. La revista está fuertemente inspirada en La Codorniz, que se venía publicando desde 1941, y criticaba duramente, aunque con humor, la sociedad de la época. Mediante el humor gráfico, rayando en ocasiones lo obsceno, analizaban, ridiculizaban o arremetían contra distintos sectores de la sociedad: el gobierno, la emigración, la religión, la policía, el ejército… Criticaron duramente a la derecha española, aunque no se casaban con nadie, como demuestra su consigna “Ni Dios, ni amo, ni CNT”.

portadaComo el resto de revistas de la época, El Papus tuvo que bregar con la Ley de prensa e imprenta, impulsada en el año 66 por el que era ministro de Información y Turismo por aquel entonces, Manuel Fraga, ya que no fue hasta abril de 1977 que se abolió el artículo 2 de dicha ley. En él se establecía, entre otros aspectos, la obligación de guardar “el debido respeto a las instituciones y a las personas en la crítica de la acción política”. Es fácil deducir que fue este el artículo que más problemas conllevó a las revistas de humor adulto de la época.

La mañana del 20 de septiembre de 1977 dos jóvenes le entregaron un paquete al portero del edificio Luminor, Juan Peñalver Sandoval, con la indicación de que se lo hiciera llegar a Xavier de Echarri, director de El Papus. A las 11 y 40 las puertas del ascensor se abrieron en la primera planta del edificio, donde se encontraban las sedes de El Papus y de otras dos revistas, Party y El Cuervo, y Juan se dispuso a cumplir con su encargo. En ese momento, el paquete explotó, matando al instante a su portador. La onda expansiva hirió a más de una decena de personas, entre ellas algunos transeúntes que pasaban al lado del edificio y que se vieron, de pronto, bajo una lluvia de cristales y escombros. Hubo dos mujeres heridas de gravedad: Rosa Lorés trabajaba como telefonista para ediciones Amaika, la editorial encargada de la publicación de El Papus y de otras revistas satíricas. A causa de la onda expansiva, Rosa salió despedida por la ventana, rebotó contra el toldo de un restaurante y, finalmente, cayó encima de un coche que se encontraba aparcado en las inmediaciones del edificio. La otra mujer gravemente herida fue Rosa García Lanciano, esposa —viuda desde ese preciso momento— de Juan Peñalver.

En unas salas situadas en el otro extremo de la planta, en el lado opuesto de donde estalló el artefacto, estaban teniendo lugar unas reuniones de los redactores de El Papus y El Cuervo para concretar detalles para la publicación de sus próximos números. Eran un total de dieciséis personas y ninguna de ellas resultó herida. Cuenta Joan de Sagarra, periodista y colaborador de El Papus, que la reunión había terminado momentos antes de la explosión, pero que se retrasaron en salir porque Xavier de Echarri empezó a contar chistes. Fue su humor satírico el que les granjeó el odio de sus atacantes, pero fue también su humor el que les salvó la vida, ya que si Echarri no hubiera contado aquellos chistes, probablemente más de uno habría fallecido con el portero.

El atentado fue reivindicado por AAA (Alianza Apostólica Anticomunista), una organización de extrema derecha, primero mediante llamadas telefónicas a La Vanguardia, El Diario de Barcelona y Mundo Diario y, posteriormente, mediante un comunicado. En él, se lamentaban de la muerte del portero, ya que la bomba no iba contra él, si no contra “el señor Echarri y su camarilla”, aunque decían no arrepentirse de nada.

A este trágico suceso le siguió un largo proceso judicial de casi diez años en el que, finalmente, nadie fue condenado por la muerte de Juan Peñalver y que fue interrumpido por extraños sucesos, como la inexplicable incomparecencia en el juicio del procesado Rico Cros por encontrarse encarcelado a 30 kilómetros de Madrid. La investigación apuntó hacia numerosos sospechosos. Uno de ellos, Bosch Tapies, llegó incluso a atribuir al CESID (Centro Superior de Información de la Defensa) la autoría del atentado.

Finalmente, dos fueron las sentencias de la Audiencia Nacional. La primera fue el 25 de enero de 1979 y condenaba por tenencia de explosivos a Bosch Tapies, Pinilla Ibá y Francisco Abadal a diferentes penas inferiores a un año de cárcel. En la segunda, del 8 de marzo de 1983, Bosch recibió una condena más dura: 13 años de cárcel por terrorismo en grado de conspiración y tenencia ilícita de armas. También fueron condenados a penas que oscilaron entre uno y seis años de prisión Ángel Blanco Férriz, José María Rico, Gil Casóvila Casera y José López Rodríguez.

La editorial no recibió ningún tipo de indemnización y el caso no fue reconocido como acto terrorista. La muerte de Juan y las graves heridas de su mujer y la telefonista fueron consideradas “accidente laboral”. Para más inri, una sentencia del Tribunal Supremo del año 85 considera que si la explosión tuvo lugar cuando el portero llevaba el maletín al director de El Papus “la empresa o el empleado que pereció no tomaron las más elementales medidas de autoprotección” (La Vanguardia, 29 de agosto de 1985).

Un año antes de la explosión, según dijo la persona que llamó para reclamar la autoría del atentado, AAA había advertido al director de El Papus sobre un artículo relacionado con el fascismo. La revista estuvo nueve meses bajo protección policial. Un mes después de ser retirada la vigilancia, se produjo el atentado. Sin embargo, en esa sentencia de 1985 “el Supremo descarta la responsabilidad de la Administración”.

Apenas unos meses antes del atentado, salía a la calle el primer numero de El Jueves. De aquella época, es prácticamente la única revista de humor satírico que continúa editándose en la actualidad. Óscar Nebreda, retirado en abril de 2011 fue uno de sus fundadores. Muchos de los colaboradores de El Papus, participaron también en El Jueves, la revista que sale los miércoles. Entre ellos están Ramón Tosas Ivá, que fue director de El Papus; Josep Antoni Fer, que fue director de ambas revistas y en la actualidad publica sus viñetas en El Punt Avui (y que, curiosamente, recibió el galardón que lleva el nombre de uno de sus compañeros, el premio Ivá al mejor historietista) o Jordi Ginés Gin que fue director también de El Jueves.

La revista que sale los miércoles tomó el testigo de esa especie de carrera de relevos en la que parecía que estaban involucradas las representantes de la prensa satírica. La Codorniz, nacida en el 41, a la que se puede considerar el germen de todo aquello, se dejó de publicar en el 78, un año después del atentado a El Papus que, a su vez, se empezó a publicar apenas cinco años antes de la desaparición de la anterior (curiosamente, un mes después de la explosión fallecía Miguel Mihura, fundador de La Codorniz, que desde hace unos años se publica en Internet como La Kodorniz). Hermano Lobo desaparecía en el 76 y la revista Por favor lo hacía un año después del nacimiento de El Jueves, el estandarte vivo del humor satírico en nuestro país.

Fuente: elaboración propia

El Papus sirvió de cantera a historietistas como Carlos Giménez y a escritores y periodistas como Vázquez Montalbán, Maruja Torres o Antonio Franco (que posteriormente fundaría El Periódico de Catalunya y que actualmente es miembro del Grupo Zeta). Aquel atentado podría haber sido, como cantaría el cantautor Nacho Vegas años después, la gran broma final. Pero El Papus siguió con su humor característico, con viñetas como “El Papus cambia de nombre por El Pupas, la revista explotada”, publicada en la edición especial tras el atentado.

El Pupas, la revista explotada

Toda esta historia está repleta de símbolos: El Papus representa el humor inteligente, el inconformismo y el hastío de algunos sectores de la sociedad de la época; la bomba, ese atentado contra la libertad de expresión, es el reflejo de una de las épocas más turbias de este país. El proceso que desencadenó simboliza perfectamente la inoperancia de la justicia que, en algunos aspectos, ha sobrevivido hasta nuestros días. Juan Peñalver personifica a todas las víctimas inocentes de un proceso, la transición, del que aun quedan muchos aspectos por esclarecer. La persona que ocupa actualmente su lugar refleja las ganas de escapar de ese fantasma y la reticencia a desenterrar el pasado; es un símbolo de cómo el tiempo ha ido creando una pátina que desdibuja algunos de los sucesos claves de la historia de este país. El caso Papus es muchas cosas pero, como diría el sucesor de Peñalver treinta y cinco años después, ¿a quién le importa El Papus?